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La discusión sobre la necesidad de encontrar otro candidato demócrata en Estados Unidos, a raíz del preocupante desempeño de Biden en el debate de hace unos días, tiene implicaciones más profundas.
Estamos ante una tensión generacional entre unos babyboomers (nacidos entre 1946 y 1964), que en muchos casos no se quieren retirar, y una generación Z (nacidos entre 1995 y 2009), que no logra abrirse un espacio. A principios de este año, en el reporte de tendencias que publiqué, señalaba la Tensión Etaria como unos de los temas que más nos pondría a hablar en 2024.
Las elecciones presidenciales en Estados Unidos nos han hecho conscientes de la dinámica que hoy se vive en una sociedad donde las personas duran más y, por lo tanto, los espacios para los más jóvenes no terminan de abrirse. En muchos países parece que hay dos economías paralelas: si eres mayor, con una buena pensión asegurada, tu situación económica es óptima; pero si eres un joven que comienza la vida laboral, con la deuda por pagar de la universidad o la imposibilidad de acceder a una vivienda, la economía es un desastre por la falta de oportunidades, crecimiento y progreso.
Hoy se habla de la “era del becoming”, ese momento en el que la edad de retirarse se convierte en una oportunidad de reinventarse, de acuerdo con las circunstancias de cada cual, pero que en todo caso resulta en una vida mejor pensada, con nuevos propósitos y con un interés particular por dejar un legado. Sin duda, con muchas más facilidades que las que tuvieron otras generaciones, sobre todo por el apoyo que encuentran en la tecnología.
Tendemos a hablar mucho del impacto de la tecnología en los más jóvenes, pero la realidad es que los babyboomers hoy tienen un uso de herramientas digitales suficientemente avanzado como para aprovechar los beneficios de la inteligencia artificial generativa o las redes sociales.
En la otra orilla está la generación Z, comenzando una vida laboral llena de obstáculos, dificultades para encontrar un trabajo estable y con muy pocas perspectivas de tener la prosperidad de sus padres o abuelos. Esa es la generación de los nuevos ciudadanos que no entiende (como es el caso concreto de Estados Unidos) por qué tiene que elegir entre dos personas que rondan los 80 años y que están claramente lejos de conocer, entender o empatizar con sus problemas.
Casi dos de cada tres americanos, según un estudio de Ipsos en febrero pasado, afirmaron que tanto Trump como Biden son “demasiado mayores” para gobernar por segunda vez. Hay una desconexión indudable entre las generaciones no sólo en lo político sino en lo económico y lo social.
Esto no quiere decir que los jóvenes no valoren el peso de la experiencia, tampoco que no apoyen a aquellos mayores que deciden reinventarse o comenzar una vida nueva. El problema surge cuando insisten en quedarse aferrados a las mismas posiciones, muchas veces bloqueando el acceso de los jóvenes. Por eso la discusión sobre si el Partido Demócrata debe buscar otro candidato no es sólo un tema político.
Es una conversación social y cultural que podría replicarse tanto en grandes corporaciones como en empresas familiares. Y cuando se abran todas esas cajas de Pandora no hay que olvidar que no sólo hay que preguntarse por los mayores y su capacidad física o mental de seguir sino por el derecho de los jóvenes de poder comenzar.