MI SELECCIÓN DE NOTICIAS
Noticias personalizadas, de acuerdo a sus temas de interés
Como todos sabemos, el mundo está viviendo un episodio trágico y difícil, que nos ha generado incertidumbre, muertes, incremento de la pobreza y mayor desigualdad e inequidad.
Es el momento de pensar más allá de nuestros propios intereses para lograr esa “inmunidad de rebaño” no solo frente al covid-19, sino a los destrozos económicos y emocionales que el virus está dejando, y comenzar a construir un proyecto colectivo más equilibrado y respetuoso con el entorno.
Sorprende que los líderes globales no hayan actuado en consonancia para buscar soluciones poderosas, que incluyan también a los países más pobres. Cada nación ha interpretado la pandemia a su manera. Ha primado el individualismo. No se ha creado una causa común para desarrollar políticas y acciones para salir adelante.
El Gobierno del presidente Iván Duque ha concentrado diligentemente su esfuerzo en la pandemia generada por el covid-19 y ha conducido el país de la mejor forma posible; lamentablemente, entendíamos sus consecuencias negativas, la pérdida del empleo, el cierre de empresas, la caída del Producto Interno Bruto (PIB). Para atender la tragedia no había una receta, pero para salir de ella es necesario el esfuerzo de todos.
Aunque la corrupción y lA reforma tributaria no pareciera que tuvieran nada que ver, están ligadas por causa y efecto, golpeando duramente el bolsillo de los ciudadanos.
La corrupción le costó $50 billones a los colombianos en 2017, según la Contraloría General de la República. La anunciada reforma tributaria que se presentará después de Semana Santa ante el Congreso aspira a recoger la nada despreciable cifra de $25 billones, que frente a la mirada realista del incremento de la corrupción, debería llamarnos la atención.
Es hora de que cada uno asuma su responsabilidad frente a este tema que desangra el presupuesto nacional destinado para la salud, la educación y el desarrollo.
El Gobierno Nacional, los regionales y locales deben frenar el desmedido crecimiento del gasto público, promover la meritocracia, disminuir los lentos y tediosos trámites y avanzar hacia la transformación digital, así como conciliar una política de estado de desarrollo del campo como posibilidad masiva de empleo, con innovación y nuevos mercados. Durante la pandemia se ha evidenciado lo lejos que estamos de estos objetivos.
El empresariado colombiano ha demostrado resiliencia y creatividad; sin embargo, requiere aún de mayores esfuerzos en competitividad, a través de la automatización, la transformación tecnológica y la expansión.
La tarea es de todos y las fórmulas deben ser conjuntas. Somos conscientes de la necesidad de nuevos recursos, especialmente para cerrar la brecha social. Debemos sumar acciones de forma inmediata, efectiva y empática. No es fácil, pero si es posible y necesario, si realmente queremos un progreso sostenible en nuestro país.