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A diario salen nuevos problemas en el país y no es fácil para la mayoría de los colombianos luchar en contra del pesimismo; pareciera es inevitable la subida del desempleo, la pobreza y la devaluación de la moneda. Ante esta situación no son pocos los colombianos que piensan en otro país antes de evitar un colapso como el que sufren países vecinos.
Con sorpresa una amiga española que vino al país por negocios me habló de las bondades de Colombia; señaló que es una nación con excelentes oportunidades para crecer y que ahora mismo, comparado con el resto de Latinoamérica, es de los mejores territorios para hacer negocios. Resaltó con especial énfasis el trato cálido de la gente y la gran producción de materias primas que son exportadas a Europa, Asia y África; con bastante razón decía que todo el potencial turístico está apenas por descubrir y que, ante una Europa vieja, el mejor descanso era venir al país.
Un gran amigo, con nostalgia, señalaba que no se imagina viviendo fuera del país; su vida cambiaría mucho y sobre todo no podría compartir igual con su familia, ni dedicarle el mismo tiempo a su esposa. Los valores tradicionales siguen siendo importantes entre nosotros; por ello la navidad sigue siendo la época preferida por los colombianos. A veces hace falta que alguien nos recuerde las bondades de nuestro país; el ser humano, que se acostumbra a todo, se acostumbra hasta a la belleza y deja de percibirla como tal.
Es cierto que Colombia tiene muchos problemas, pero comparada con los vecinos es una nación competitiva; nuestra ubicación es privilegiada, la diferencia de climas la hacen perfecta para distintos tipos de cultivos; la minería debe ser rescatada, la solidaridad todavía permanece y la academia, aunque lenta, sigue investigando.
Preocupa la situación de la moneda y un posible gobierno de izquierda irracional. Hay que trabajar porque esto último no ocurra, pues Colombia es un país de oportunidades, resiliente y con suficiente capacidad para salir adelante; es notoria la solidaridad de las personas en tiempos difíciles; un ejemplo reciente fue los más de $50.000 millones que recaudó Bogotá para las familias vulnerables en apenas un día.
El colombiano se caracteriza también por su capacidad de trabajo; la cultura de recibir y querer todo subsidiado es reciente y no representa la mayoría; en Colombia se quiere trabajar, dar y aportar; mi amigo, que es profesor en la U. de Los Andes y podría estar de catedrático en cualquier lugar del mundo debido a su experticia, me recordaba que vale la pena quedarse y aportar por lograr un mejor país; no es perfecto, pero Colombia es un país de oportunidades que se deben aprovechar, más cuando los vecinos han querido botar por la borda el buen camino que traían; aquí se está en mora de hacer un trabajo serio en turismo y de una vez por todas abrir el mercado a nuevas oportunidades. El proteccionismo atrasa y este es momento de mirar hacia el futuro.