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Tribuna Universitaria 12/11/2021

El desafío clientelista

Juan Manuel Nieves R.
Estudiante de Comunicación Política
JUAN MANUEL NIEVES

Ha sido polémica en estos días la negociación por parte de los alcaldes con los concejales para que sean aprobados sus proyectos, elegir presidente del concejo y en general lograr una mayoría para tener gobernabilidad.

Debido a lo anterior, de frente, algunos concejales han desobedecido a su bancada como en Medellín o se han enfrentado acusándolos de clientelistas como ocurrió en Bogotá. Lo cierto es que estas viejas prácticas que tanto criticaban los mandatarios en campaña, terminan haciéndolas y hoy la meritocracia vuelve a estar en el olvido.

El ejercicio del control del poder ha sido desdibujado desde hace mucho tiempo por el clientelismo; en vez de convencer con argumentos y lógica, les ha quedado más fácil repartir la burocracia para así fortalecerse todos. Dicha práctica es, no solo promovida por el mandatario: también la ejercen los organismos legislativos: congreso, asambleas y concejos que se acostumbran a extorsionar al mandatario para asegurar su botín. Erradicar estas prácticas de corrupción es un verdadero desafío, porque desafortunadamente funcionan así: gobernantes y cabildantes a través del gasto estatal financian sus propios entramados de poder.

La lucha contra la corrupción es un reto de todos los países, pero en Colombia no se asume con seriedad; solo en campaña se hacen promesas y críticas; pero la oposición y los partidos alternativos, una vez logran el poder, suelen tener las mismas prácticas, salvo casos muy contados.

Con $3 billones de gasto de funcionamiento para solo Bogotá, todos los aliados caben y cualquier “acuerdo” se puede hacer. Gastar la billetera de todos sin tocar la propia es el grave problema del crecimiento del Estado: el burócrata tiene sus propios intereses, pero ejecuta dinero de todos; por eso suele alinear el gasto con lo que desea, incluso con sus aspiraciones políticas y así la práctica del ejercicio público se vuelve un fortín más.

¿Tenemos que resignarnos al clientelismo? No, la primera sanción debe ser social: todo político se ve golpeado cuando su imagen se merma, las encuestas les duelen a los mandatarios, la denuncia pública les duele a los concejales; de hecho, algunos solo gobiernan con base al resultado de estas. La segunda forma es la necesaria reducción del Estado; mientras más austero, menos plata tienen para repartir y hacer acuerdos políticos; el innecesario crecimiento de la planta estatal solo deja espacio a más amigos del mandatario de turno.

La tercera debe ser una reflexión social; no todo vale; concejales que traicionan su propia bancada, secretarios ofreciendo tratos a cambio de aprobaciones y diputados pidiendo espacios en las gobernaciones deben llevar a cuestionarnos en qué momento la democracia permitió que los intereses personales estuvieran por encima del bien común y por qué los ciudadanos siguen eligiendo una y otra vez al mismo clientelista.

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