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El Código Civil plantea que cualquier contrato entre dos personas es válido si no contraría la ley, por lo tanto, basta el simple acuerdo de voluntades para que produzca efectos; sin embargo, en Colombia se acostumbró a que cualquier papel debe pasar por la autenticación ante una notaría para sentirse seguros.
La autenticación de los documentos se popularizó tanto, que incluso se autentica la fotocopia de una cédula. Esta cultura es fruto de la desconfianza, de miles de estafas por parte de los colombianos a otros compatriotas que los llevó a sentirse seguros solo con un papel autenticado. Lo curioso es que en la Carta Política aparece el principio de buena fe como uno de los pilares de la administración frente al ciudadano, pero en la práctica hasta hace poco se debía autenticar cualquier poder para actuar frente al Estado.
Uno de los problemas de la desconfianza es que cuesta, el protegerse frente a terceros vale tiempo y dinero; hay empresarios que fruto de sus experiencias no realizan ningún negocio sin que un abogado de confianza revise varias veces un documento, hay otros que jamás dejan el número de la cédula escrita o no firman un contrato donde sobre algún espacio en blanco o la firma aparezca sola. Ser precavido es una virtud, pero la mayoría lo hace por una mala experiencia o peor, una estafa. En pocos países como Colombia el datáfono lo traen hasta la mesa y el dueño hace varias maromas para cubrir su clave, con extrañeza los extranjeros miran ese detalle que demuestra la falta de confianza no siempre infundada.
En Colombia, según la Dijin en 2021 las denuncias por robo de información y estafa superaban las 45.000 personas, este dato lleva a concluir que tanta desconfianza entre los colombianos tiene causas reales y se entienden las autenticaciones y el cubrir la clave o el presionar las teclas del cajero después de una operación. Una sociedad desconfiada reconoce la corrupción y se acostumbra a vivir con ella.
La desconfianza ciudadana es fruto de la corrupción, cuando la ciudadanía se acostumbró a que es factible que otro compatriota o incluso un amigo lo estafe o lo robe es una muestra de una sociedad corrupta, que no siempre fue así; hasta hace unos años la palabra tenía valor y los contratos verbales eran comunes, tenía tanta veracidad que incluso algunos trámites de visa llevaban un simple juramento.
Es loable la última legislación deje la necesidad de autenticación ante cualquier documento incluido el poder ante el Estado, la recuperación de la confianza debe comenzar por el respeto al principio de la buena fe por parte del gobierno a los ciudadanos, pero aquello es apenas un primer paso, hay un problema de raíz en el carácter colombiano que está relacionado con la ética.
Para cambiar una generación desconfiada se necesita la enseñanza y la práctica del bien común, en los colegios sobre todo en la infancia se debe retomar la formación de buenos ciudadanos o estaremos condenados a vivir en el mundo de la autenticación.