MI SELECCIÓN DE NOTICIAS
Noticias personalizadas, de acuerdo a sus temas de interés
En una entrevista hace unos años le preguntaban a Marty Baron, director de The Washington Post hasta 2018, cuáles era la principal amenaza del periodismo y él con contundencia decía: la amenaza a la democracia.
Siguiendo con su idea señalaba que hoy las personas se dejan llevar más por sus emociones que por los hechos, y el ataque a los medios de comunicación era mayor cuando no coincidían los hechos con lo que sentían; allí venían las teorías conspiratorias donde los medios se ponían en contra de los ciudadanos para tratar de influenciarlos en contra de sus creencias. Combatir esto no es fácil porque una creencia ya está arraigada, y los medios comienzan a convertirse en amigos y enemigos.
El grave peligro es que primero los medios sienten la tentación de perder objetividad por congraciarse con sus consumidores y la segunda que la ciudadanía no quiere estar informada, sino que le cuenten la historia que ya ha incorporado como verdad; de seguirse consumando esto, la democracia estaría en verdadero peligro, pues democracia no es solo escoger, es saber recibir los hechos, pues en ellos al menos en el periodismo está la verdad.
Pepa Bueno, directora de El País de España, tiene una frase muy acertada: la verdad puede ser cuestionada en la religión o la filosofía, pero no en el periodismo pues ahí están los hechos, y en ellos la verdad.
El problema con el mar de las noticias falsas es que la certeza se va perdiendo y verdades tan evidentes como la tierra circular o incluso la teoría de la gravedad, no son aceptadas como hechos, no existen si van de acuerdo con el sistema de creencias. Una democracia no puede sobrevivir sin aceptar algunas verdades y sobre todo sin tolerar la opinión ajena. Es cierto que a nadie le gusta la opinión contraria, pero el ignorarla o sobre todo desacreditarla, vulnera los principios básicos de convivencia y de la democracia.
Al no respetar la posición ajena, se sigue con el descrédito y al final con la destrucción, el libre ejercicio del periodismo, de la verdad y del respeto solo funcionan en una democracia, no en regímenes autocráticos, reinados o dictatoriales. Al anterior panorama se le agrava que según Instituto para la democracia y la asistencia electoral (IDEA) el 70% de los países en el mundo no viven en una democracia en el 2022, por lo cual el papel del periodismo puede perder su naturaleza y terminar a la merced de los negocios de la empresa o de un estilo de pensamiento, que puede ser lucrativo, pero definitivamente no es periodismo.
Seguir con manipulación de los hechos, de la información, son el quiebre de la verdad y con ella el de la democracia; ahora cuando la democracia se ve amenazada, cuando hay elecciones en una semana, cuando los hechos no son aceptados sino sus interpretaciones, hay que saber defender verdades, buscar anclas de fuente confiable y faros de luz ética para no naufragar en el mar de la desinformación.