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La semana pasada fue noticia una posible nueva reforma tributaria, en la cual se bajaría la tributación de las empresas, se ampliaría la base gravable de la renta y se incluiría el IVA al resto de la canasta familiar.
Inmediatamente distintos sectores salieron a atacar la medida; por un lado, la izquierda dijo que se estaba atacando a los más pobres, pues era ilógico afectar a los estratos 1 y 2 con el IVA y favorecer a los más ricos bajándoles los impuestos. Otros expertos señalaron que dicho fenómeno podría desestimular la economía, pues el consumo se puede ver afectado por el aumento de dicho impuesto y que necesariamente los empresarios no iban a generar más empleo o riqueza con la medida.
Una reforma tributaria siempre será impopular, pues las personas sienten que les están metiendo la mano al bolsillo y es difícil de explicar el porqué de una reforma; la ciudadanía cree que es simplemente para enriquecer más a la clase política de siempre. Sin embargo, una reforma suele obedecer a una necesidad fiscal del Estado. Que no siempre queda bien hecha como ocurrió con la última.
Colombia viene teniendo un endeudamiento paulatino; en los últimos años se ha triplicado y los programas sociales también han aumentado. Un Estado se sostiene con los impuestos, los créditos y cada vez menos con las empresas propias, pues la historia ha demostrado la torpeza en el manejo de estas. Por lo tanto, los programas, subsidios y los “regalos” del Estado no salen de sus arcas, sino de las múltiples contribuciones de los ciudadanos.
Disminuir los impuestos a los empresarios es positivo; a pesar de que más del 70% de los ingresos estatales sean por este rubro, aquellos son los encargados de generar empleo, iniciativa y riqueza a la Nación a través de su movimiento en la economía. La intención de gravar los demás productos con el IVA tiene sentido cuando es el impuesto que menos evasión tiene, y los estratos altos al consumir más, de igual forma lo pagarían.
Si bien parece lógica la reforma, uno de sus graves problemas es la forma en que se pretende hacer. No es claro para la ciudadanía cómo encontró el país el nuevo gobierno y el porqué de esta nueva reforma. Antes de proponerla a cuenta gotas en los medios de comunicación deberían contar cómo encontraron el país. El nuevo gobierno debe enseñar un libro en blanco sobre lo que hallaron y demostrar la necesidad de esta reforma, recalcando sus beneficios y mostrando el futuro al cual se quiere llegar con ella.
Aunado a lo anterior, el presidente en campaña siempre habló de un Estado austero; por tanto, antes de pensar en la reforma debe empezar por casa, reduciendo drásticamente el gasto burocrático, la publicidad oficial, mostrando austeridad y ahí sí, pedir a los colombianos un nuevo esfuerzo; una política estatal de estas requiere conversación con la gente, entendimiento y muchas veces el espejo retrovisor que se intenta evitar.