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En una conversación entre paisanos del municipio de Vélez (Santander), señalaban la importancia de retomar los valores artísticos e históricos de la región. El alcalde Leonardo Pico que se encontraba presente, anotaba que la casa de la cultura estaba por inaugurarse y en su alcaldía había hecho un gran esfuerzo por retomar los temas autóctonos de la región, impulsar la guabina y recuperar la memoria del municipio; además, concluía que en el último año pavimentaría el 90% de las vías y haría varias obras pues la gente valoraba más el cemento que el esfuerzo por lo intangible.
Se ha vuelto tradición en Colombia darle valor a lo construido y según ese racero juzgar la buena o mala labor de un alcalde; ejemplo de ello es Bogotá, donde los alcaldes discuten sobre si determinada obra es de la actual o anterior administración. Sin embargo, existen en el país distintos valores que están siendo olvidados y podrían darle un importe más grande a una gestión así no sea palpable; uno de ellos es la enseñanza de la ética y los valores a una sociedad que parece haberlos olvidado.
De acuerdo con Michael Sándel, filósofo experto en justicia, solo es posible educar a una sociedad en la primera edad; según el autor, en los primeros años de vida los niños pueden desarrollar principios éticos que pueden ir cosechando a lo largo de su existencia y así con el tiempo lograr una sociedad menos corrupta y más solidaria; de lo contrario, se seguirá batallando con estímulos de miedo, los cuales el ser humano con el tiempo logra quebrantar.
La inversión en cultura e historia también es necesaria. Lo realmente difícil es lograr materializar los esfuerzos culturales y convertirlos en un éxito económico; de allí la importancia de la economía naranja, bandera del actual presidente desde que se encontraba en el BID; lograr aterrizar la creatividad de los artistas y potenciar el valor cultural que poseen las distintas regiones de Colombia, es una labor que puede plasmar lo tangible y volverlo un foco de desarrollo. Nada más hoy, sin estar consolidada, la industria creativa aporta el 6% del PIB nacional, pero aún se encuentra lejos de países como Estados Unidos donde su aporte es de casi US$2 billones, siendo casi la mitad del total de producción mundial.
Una sociedad con producción artística, memoria histórica y convivencia ética es posible; para ello se debe pensar en las futuras generaciones y la educación de la infancia. En los colegios se debe volver a dictar ética y reforzar los temas culturales, sobre todo, en la primaria, años en los que se consolidan las columnas morales que regirán el ser humano. Allí lo intangible debe volver a cobrar valor; como ciudadanos también se debe exigir y reconocer los esfuerzos en la materia; finalmente una sociedad con mayor cultura, refleja mejor convivencia pues bien decía S. Juan de Ávila: “es mejor gobierno el prevenir los delitos que castigarlos después de hechos, y vivir por buenas costumbres es mejor que por buenas leyes”.