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Analistas 16/08/2024

El valor de una pausa

Juan Manuel Nieves R.
Estudiante de Comunicación Política
JUAN MANUEL NIEVES

Hace unos días, recibí una solicitud inesperada de una amiga cercana. Me pidió que le alquilara una casa por unos días, ya que necesitaba un lugar temporal donde alojarse. La casa estaba recién construida y, al no haber sido habitada aún, me tomé un día para reflexionar sobre si era prudente alquilarla. Para mí sorpresa, al día siguiente, mi amiga me informó que ya había conseguido otra casa. Su respuesta fue directa y contundente: “El tiempo es dinero, y no tengo tiempo para gente que piense; soy de actuar”.

Este encuentro me dejó perplejo, no solo por la rapidez con la que mi amiga había actuado, sino por la evidente devaluación que mostraba hacia la reflexión. En nuestra sociedad actual, cada vez más personas parecen despreciar el valor de pensar y ponderar antes de actuar; pero ¿qué estamos sacrificando al abandonar el tiempo para pensar?

El acto de pensar no es simplemente una actividad ociosa; es la piedra angular sobre la cual se ha construido nuestra civilización. Desde la antigua Grecia, los filósofos han jugado un papel crucial en el desarrollo del pensamiento crítico, la ética y la moral. Sócrates, uno de los padres de la filosofía occidental, nos enseñó la importancia de cuestionar todo, incluso nuestras propias creencias. Platón, su discípulo, desarrolló la teoría de las ideas, argumentando que el mundo tangible es solo una sombra de una realidad superior, accesible únicamente a través del pensamiento profundo. Aristóteles, a su vez, sentó las bases de la lógica y el pensamiento científico, disciplinas que aún hoy son esenciales para el progreso humano.

Estas figuras no solo reflexionaron sobre el mundo que los rodeaba; también sentaron las bases para cómo la humanidad debería entender y actuar en él. Sin la obra de estos pensadores, las ciencias, las artes y las humanidades no existirían en la forma en que las conocemos hoy. Cada periodo histórico ha estado marcado por corrientes filosóficas que han guiado el pensamiento y la acción de sus sociedades. Por ejemplo, la Ilustración fue un periodo que exaltó la razón y el pensamiento crítico como las herramientas principales para liberar a la humanidad de la opresión y la ignorancia.

En nuestra era, parece que el mundo se debate entre dos corrientes filosóficas: el hedonismo y el humanismo. El hedonismo, con su énfasis en la búsqueda del placer y la gratificación inmediata, es una filosofía que ha ganado popularidad en una sociedad que valora lo rápido y lo fácil. Vivimos en un mundo donde las redes sociales, el consumo desenfrenado y el entretenimiento instantáneo son las reglas del juego. Todo debe ser rápido, todo debe ser placentero, y todo debe ser inmediato.

Por otro lado, el humanismo, con su enfoque en la dignidad humana, la ética y el bienestar a largo plazo, nos recuerda la importancia de la reflexión, el autocontrol y la responsabilidad. El humanismo nos invita a pensar más allá de nosotros mismos, a considerar el impacto de nuestras acciones en los demás y en el mundo que nos rodea. Nos llama a ser conscientes de que no todo lo que es placentero es bueno, y no todo lo que es inmediato es valioso.

El pensamiento crítico es el antídoto contra la superficialidad y la impulsividad que caracterizan a nuestra era. Es el cimiento sobre el cual se construye una sociedad justa, ética y sostenible. No podemos darnos el lujo de dejar de pensar, ni de subestimar el valor de la reflexión. Porque si bien es cierto que el tiempo es dinero, también es cierto que un pensamiento bien fundado puede ahorrar años de arrepentimiento. Reflexionar es, y siempre será, un acto de valor inestimable.

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