MI SELECCIÓN DE NOTICIAS
Noticias personalizadas, de acuerdo a sus temas de interés
En julio el papa Francisco sacó un video invitando al mundo a vivir la amistad social, donde lejos de populismos y conflictos sociales pudiéramos pensar en el otro y trabajáramos unidos por los más pobres y la gente de la periferia. Unido a este mensaje recientemente el arzobispo de Bogotá complementó diciendo que la lucha contra el hambre debía ser prioritaria.
Según la Universidad de la Sabana el mundo cuenta con 200 millones de niños en condición de desnutrición y de estos Colombia tiene 560.000 y más de 15.000 en desnutrición aguda severa, lo que conlleva a que tengan nueve veces mayor probabilidad de morir. La situación no es igual en todo el país y aquello refleja la gran diferencia en materia de desarrollo, por ejemplo, Bogotá cuenta con una tasa al rededor de 4% en materia de desnutrición mientras departamentos como el Vaupés tienen 34,7% y la Guajira 27,9%.
Desde hace unos años el Gobierno ha hecho un esfuerzo enorme por combatir la desnutrición, entre los programas que más se destacan está el programa de alimentación escolar o PAE, el cual fue creado en los años 50, pero se volvió política pública a cargo del Ministerio de Educación en el año 2011 y tiene como propósito la permanencia escolar y la disminución de la desnutrición infantil con la entrega de un suplemento alimentario que deberá aportar en mañana y tarde 50% de los requerimientos nutricionales.
Esta política pública comenzó a implementarse y sus resultados no han sido malos, sin embargo, hay un hecho que la está desdibujando y es la corrupción. Investigaciones arrojan casos absurdos como en Santander, donde al parecer el plato para los niños incluía carne de burro y caballo o en Cartagena donde el kilo de pechuga estaba registrado a $40.000. La Contraloría en su informe cuatrianual habla de ganancias por parte de las empresas de 70% y tiene más de 150 investigaciones abiertas por desfalcos en $84.000 millones.
El Banco de Alimentos nació hace 20 años gracias al Padre Daniel Saldarriaga y el Cardenal Pedro Rubiano Saenz, en donde recogían los excedentes de comida de grandes superficies y la entregaban a través de las parroquias a los más necesitados, esta iniciativa ha crecido a lo largo de los años y bancos de alimentos se han abierto a lo largo del país, en donde ya no solo donan excedentes sino grandes cantidades de alimentos, tienen programa de voluntariados y a bajo costo logran distribuir en las parroquias más pobres del país, las cuales se encargan de entregarlo directamente a miles de familias necesitadas. Esta iniciativa privada y sin ánimo de lucro ha resultado, una verdadera ayuda contra el hambre.
No hay excusa para que en el momento más rico de la humanidad existan personas acostándose con hambre y niños muriendo de desnutrición, los bandidos que roban a los más pobres merecen todo el peso de la ley, pero mientras eso ocurre como ciudadanos debemos preguntarnos ¿qué estamos haciendo por ese niño hambriento de mi ciudad?