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La soledad es una experiencia muy humana, pero en los últimos años se ha convertido en un problema de salud pública a nivel mundial. La soledad afecta a personas de todas las edades. En Colombia, al igual que en muchas otras partes del mundo, la soledad está aumentando, y con ella, las tasas de depresión y otros problemas de salud mental. Esta situación ha llevado a que muchos hablen de una “epidemia de la soledad”.
Según un estudio de la Fundación para la Salud Mental en el Reino Unido, al menos un cuarto de la población mundial se siente sola de manera regular. En países como Estados Unidos y el Reino Unido, más de la mitad de los adultos jóvenes han reportado sentirse solos.
Este fenómeno no es exclusivo de las sociedades occidentales; en Japón, la soledad es un problema tan grave que ha dado lugar al fenómeno de los “hikikomori”, personas que se retiran completamente de la vida social.
En Colombia, la soledad también es una preocupación creciente. El aumento de divorcios y la migración rural-urbana han contribuido al crecimiento de hogares unipersonales. Según el Departamento Administrativo Nacional de Estadística (Dane), aproximadamente 18% de la población colombiana vive sola. La mayoría de estas personas son jóvenes adultos. La soledad no solo afecta el bienestar emocional, sino también la salud física. La pandemia de covid-19 exacerbó esta situación, ya que las medidas de confinamiento y distanciamiento social llevaron a un aislamiento aún mayor.
Sentirse solo tiene serias repercusiones para la salud mental y física. La investigación ha demostrado que la soledad crónica puede ser tan perjudicial como fumar 15 cigarrillos al día. Las personas solas tienen un mayor riesgo de desarrollar enfermedades cardiovasculares, trastornos del sueño y problemas de salud mental, como depresión y ansiedad.
Una de las formas más efectivas de combatir la soledad es fomentar la conexión social. En este sentido, son muy importantes los voluntariados y las comunidades religiosas. Las instituciones religiosas, como las parroquias de la Iglesia Católica, pueden desempeñar un papel crucial.
Estas comunidades pueden organizar actividades sociales, grupos de apoyo y visitas a personas solas; también pueden fomentar la creación de grupos basados en intereses comunes, como clubes de lectura, clases de cocina o grupos deportivos.
Las universidades, los centros comunitarios y las organizaciones no gubernamentales deben involucrarse en la creación de espacios donde las personas puedan interactuar y construir relaciones.
Aunque la tecnología a veces se culpa de aumentar la soledad, también puede ser una herramienta para combatirla. Las redes sociales, las aplicaciones de mensajería y las plataformas de videoconferencia pueden ayudar a las personas a mantenerse conectadas, especialmente aquellas que viven en áreas remotas o tienen movilidad limitada.
La soledad es una crisis silenciosa que afecta a millones de personas en todo el mundo, incluyendo a Colombia. El Estado puede tomar medidas como asegurar que haya suficientes recursos y profesionales disponibles para tratar la soledad y la depresión, y establecer líneas telefónicas de ayuda y grupos de apoyo para personas que se sienten solas.
Sin embargo, atacar el problema requiere de toda la comunidad. Solo a través de un esfuerzo conjunto se puede empezar a revertir esta epidemia de la soledad y mejorar la calidad de vida de aquellos que se sienten aislados. Todos mueren solos, pero antes de eso merecen sentir que ocupan un lugar en el mundo.