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Antes de aspirar a la presidencia, Hugo Chávez como candidato, en una entrevista con Jaime Bayly señalaba que le habían querido crear cortinas en contra de los empresarios y la propiedad privada, pero que su formación humanística le impedía atentar contra ellos y mucho más convertirse en un mandatario autoritario.
El socialismo en el mundo comenzó a implementarse por la fuerza. Las revoluciones, la guerra frontal y la guerra de guerrillas, triunfaron en distintos sectores del planeta; sin embargo, en cada uno de esos sitios ocurrió lo mismo: llegaron las hambrunas, el atraso y el desmantelamiento del aparato productivo; por ello sus regímenes fueron cayendo hasta creer utópicamente que su “enfermedad” había desaparecido con la caída del muro de Berlín y posteriormente con la desintegración de la Unión Soviética. Hasta Francis Fukuyama ayudó con esta visión en su artículo “El fin de la historia”, el cual concluía que la democracia liberal había triunfado en el mundo y por lo tanto las revoluciones sangrientas y el comunismo eran cosa del pasado.
Hoy, casi 30 años después de estos sucesos, miramos a nuestro vecino y vemos que, lejos de desaparecer, el mal ha mutado, pero permanece incólume. Porque la ecuación no falla: el socialismo reclama una igualdad; para ello busca redistribuir la riqueza, primero con impuestos y después con directas expropiaciones; le quita a la clase productiva y la redistribuye “gratuitamente” a un sector desfavorecido, pero no por piedad o algún sentimiento altruista sino para alimentar su régimen y también a ellos mismos, como pasa con las fortunas de los Castro y los Chávez. Así va socavando el sector empresarial y después comienza con las estatizaciones; empresas antes productivas pasan a manos de sectores lentos y burocráticos, que llevan a la ruina la actividad; el proceso poco a poco va produciendo una igualdad, pero en pobreza y la ecuación da resultado: mayor control estatal, menor actividad privada, igual a pobreza y hambrunas.
El anterior fenómeno es siempre acompañado de un crecimiento inverso en el PIB y una súper inflación, pues dentro de la mutación que sufrió el mal, que se creía derrotado, está el conquistar con aumentos insignificantes, promesas y subsidios, el corazón de tanta gente cansada y necesitada. Así participan de la democracia liberal que se creía triunfante y terminan ejecutando lo mismo que conquistaron en el pasado a la fuerza.
Colombia tiene grandes peligros de caer en dicha pantomima, así como la tiene México. Culpa de los mismos gobernantes que en vez de velar por el bienestar de todos, se dedicaron a enriquecer su bolsillo o a coleccionar premios para lucirlos en el extranjero. Puede que en estas elecciones nos alcancemos a salvar, pero el mal sigue latente y si sube otro gobierno pensando en reconocimientos, burocracia y viajes por el mundo, la amenaza socialista será una realidad pues la gente se sigue cansando y a veces simplemente, echa todo por la borda.