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Hace unos días fue noticia el supuesto exorcismo que iba realizar el Padre Chucho en la Casa de Nariño, cosa que después salió a desmentir; cierto o no, el Presidente tiene todo el derecho a mandar bendecir, exorcizar o conjurar lo que le parezca, pues ahora es su nueva casa.
Curiosamente, hace cuatro años no fue noticia ni se armó revuelo alguno cuando el saliente presidente Santos acudió a chamanes para su bendición; esta vez, por ser a manos de un sacerdote, causó algún revuelo; lo cierto es que esta vez no por medio de un sacerdote sino en cabeza del Presidente y sus asesores, debe exorcizar varios fantasmas que le deja el anterior gobierno.
El primer fantasma es el de la economía: su mandato va a recibir la torpe reforma tributaria en la cual se gravó de manera onerosa la clase media y se reajustó el IVA. Su impacto en la inversión golpeará en este periodo y depende de él hacer los reajustes que necesita dicha reforma para estimular el consumo de nuevo y, sobre todo, que Colombia se vuelva otra vez atractiva para los negocios; lo anterior se aúna a la dependencia del país de los hidrocarburos y el reto que se avecina para transformar el tema minero, olvidado y cargado de imagen negativa.
El segundo fantasma a exorcizar es el de la producción de coca. El país tuvo un retroceso histórico en la materia; ya no bastará con volver a las aspersiones aéreas, pues muchos de los cultivos, como en Chocó, están rodeados de vasta naturaleza, lo cual hace infructuosa la fumigación; además la sustitución de cultivos fue un fracaso rotundo, varios de los campesinos reclamaron el dinero y siguieron cultivando igual y hasta el momento el gobierno carece de medios para garantizar la erradicación y de vías terciarias con las cuales garantizar una efectiva sustitución. El gobierno debe volver a trabajar de la mano de Estados Unidos, a sabiendas que la víbora del narcotráfico reaccionará y su veneno se verá plasmado en violencia sectorizada en Colombia y en poblaciones desiertas que no ven otro camino.
Un tercer fantasma difícil de exorciza es la justicia: su credibilidad ha sido mermada en todos estos años y algunas de sus actuaciones dejan abiertas varias sospechas de inclinación política. Además, la rama vive superando choques de trenes en las altas cortes, no se tiene una jurisprudencia unificada y sus fallos no gozan de celeridad. Por tanto, la rama necesita una reforma profunda y enfrentar varios poderes que no será fácil doblegar.
Existen otros fantasmas que el presidente debe exorcizar, como el de la JEP, la corrupción, etc. El lastre de ocho años no será fácil y requiere de un manejo político, técnico y de una comunicación política constante con el país. Las oraciones siempre son buenas, pero esta vez necesita, además de un exorcismo, trabajo y contacto con la gente.