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En el complejo mundo de la política y la administración gubernamental, no existe un acuerdo sobre cuál debe ser el tamaño del Estado. Los socialistas abogan por un Estado fuerte que controle cualquier actividad humana, por su parte la teoría liberal sostiene que, a mayor intervención y regulación estatal, se incrementa el gasto público y se restringe la libertad individual. En estos momentos el candidato Javier Milei en Argentina, aboga por reducir los ministerios de 21 a tan solo ocho. Esta propuesta plantea: ¿puede la reducción de ministerios ser un camino hacia una administración más eficiente y menos burocrática?
La experiencia de Colombia ofrece una ventana sobre los desafíos que implica el crecimiento desmedido de ministerios. Durante la presidencia de Álvaro Uribe, se llevó a cabo una fusión de ministerios con el propósito de simplificar y optimizar la maquinaria estatal. Sin embargo, en los años posteriores, el panorama cambió; nuevos ministerios surgieron, abarcando áreas como la igualdad, el deporte y la ciencia. A pesar de las intenciones detrás de estas iniciativas, los resultados distan de ser eficientes. Institutos que operaban con eficacia antes de ser elevados al rango de ministerios, ahora enfrentan un escenario complejo, cargado de más puestos de trabajo, estructuras de viceministerios y burocracia que, paradójicamente, no necesariamente incrementa la calidad de su labor.
El ejemplo colombiano resalta la creciente burocratización y los problemas que conlleva. La creación de ministerios adicionales a menudo implica no solo un incremento en la nómina de empleados públicos, sino también una mayor división y dilución de responsabilidades, lo que dificulta la toma de decisiones efectivas y la implementación de políticas coherentes. Además, la proliferación de niveles jerárquicos en la forma de viceministerios y direcciones adjuntas puede traducirse sencillamente en más recursos en donde se pierde tiempo valioso de los asuntos realmente importantes.
Este patrón no es exclusivo de Colombia, sino que se aplica prácticamente a toda Suramérica. Países como Chile, Argentina y Brasil también han sido testigos de la proliferación de ministerios y sus consecuencias. Chile cuenta actualmente con 24 ministerios, Argentina con 21 y Brasil con 23, pero llegó a tener 29 ministerios antes que Jair Bolsonaro los redujera. En Argentina el gasto burocrático de los ministerios según la BBC representa 40,8% del PIB y el de Brasil 43,32%, los cuales se han duplicado en los últimos 20 años.
En contraste con estas tendencias, la propuesta de Milei en Argentina resalta la importancia de simplificar la estructura gubernamental. La reducción drástica de ministerios, al pasar de 21 a solo 8, podría mitigar los problemas asociados con la expansión burocrática. Menos ministerios implican menos duplicación de esfuerzos, menos capas administrativas y, en teoría, una toma de decisiones más ágil y efectiva.
El debate sobre la eficiencia gubernamental y la reducción de ministerios es complejo pero la experiencia de los últimos 20 años da algunas luces, en un mundo donde la agilidad y la adaptabilidad son clave, la racionalización de los ministerios emerge como una posibilidad para asegurar que el Estado cumpla su deber de manera efectiva y sobre todo más simple.