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El pasado domingo salió publicado en la revista Semana un especial sobre la situación de los restaurantes en esta crisis; en general todos decían estar en una precaria situación y la mayoría al borde de la quiebra; paralelamente fue sorprendente los cientos de mensajes que circularon en redes alegrándose por la crisis, especialmente de los restaurantes más caros.
Nada se compara con la muerte de un ser querido, pero la quiebra de una empresa es la muerte de sueños, años de trabajo y de grandes sacrificios; no tiene ninguna justificación el alegrarse por el mal ajeno, más cuando tal mal acarrea una pérdida de empleo a los más vulnerables. El Ministro de Hacienda en un web seminar, proyectaba un crecimiento negativo de la economía en -5% y una tasa de desempleo por encima de 20%; dicha proyección es el fruto de tantas empresas que van a quebrar y ante lo cual el Gobierno debe prestar el soporte posible a todas ellas.
Colombia es un país diverso, pero con una gran resiliencia; sin embargo, la pobreza y el aprovechamiento de esta por algunas ideologías ha llevado a que algunos sectores sencillamente aborrezcan la riqueza. Generar dinero para el beneficio propio y para los demás lícitamente, es el centro del capitalismo, y este ha llevado a que el mundo occidental goce de su mayor prosperidad.
Apenas hace más de 100 años, las riquezas eran de algunas élites, reinados y privilegiados de sangre; hoy, a pesar de las dificultades, un emprendedor puede generar suficiente capital para que viva la siguiente generación; no en vano el listado de hombres ricos en el mundo se renueva.
Aun así, el empresario próspero es envidiado por muchos y perseguido sistemáticamente por la izquierda. El cuento de la redistribución de la riqueza y de la pretendida igualdad, ha permitido que millones de personas, en vez de motivarse para generar riqueza, quieran que sencillamente a los emprendedores se les quite lo ganado y se distribuya de nuevo, como si fuera ilícito o inmoral ganar para sí.
La pretendida redistribución de la riqueza o la quiebra de los más ricos ha sido experimentada por varios países, llevándolos a la ruina; la quiebra de las empresas lleva a la destrucción del aparato productivo de un país; sí hay igualdad, pero de pobres y si un Estado quiere estar mejor debe aspirar a multiplicar la riqueza, no la pobreza.
Varios políticos saben que a mayor pobreza y caos mayores seguidores; lo curioso es que este tipo de personajes apenas se ven encerrados en la Cuba que tanto ejemplifican, piden a gritos que los devuelvan; la pobreza en ese caso solo es buena para los demás.
En estos tiempos necesitamos más solidaridad y menos envidia, porque si no el colombiano va a terminar como el viejo cuento en que un hombre se encontró un genio y este le dijo que le pidiera lo que quisiera, pero que a su vecino le daría el doble de lo deseado; el hombre después de mucho pensarlo pidió quedar tuerto.