MI SELECCIÓN DE NOTICIAS
Noticias personalizadas, de acuerdo a sus temas de interés
Es usual entre las personas o los políticos reclamar el ejercicio de la democracia y defenderla. No obstante, muy pocos de ellos hablan de la República, sin darse cuenta que ésta se ha ido perdiendo.
El concepto de república, usado casi 500 años antes de Cristo, tiene los pilares de la idea moderna, los cuales, según Aristóteles, son: la división de poderes y la representación de todas las clases mediante la participación en política; dichos conceptos defendidos hasta con sangre en la historia, originaron la lucha del absolutismo contra el nacimiento de las nuevas libertades y la representación política.
Ad portas de unas nuevas elecciones al Congreso, es bueno cuestionar si realmente estamos defendiendo la república. Su pilar, la separación de poderes, ha venido siendo coaptado por la rama ejecutiva; para nadie es un secreto que con “cuotas burocráticas” el legislativo se volvió un apéndice de la presidencia; hasta partidos como el conservador, que debieron hacer oposición al gobierno más liberal en décadas, se vieron apoyando cualquier iniciativa proveniente del ejecutivo y fueron parte de la coalición mayoritaria. Por otro lado, la rama judicial y organismos independientes como la Fiscalía, fueron particularmente condescendientes con el gobierno de turno y muy prestos a procesos de la oposición.
El principio de la separación de poderes es la independencia de estos y así el control efectivo entre ellos. Sin este funcionamiento, la república sencillamente comienza a desaparecer. Hoy dos de las instituciones con mayor desprestigio son el Congreso y la Rama Judicial; por tanto, no es poco lo que se juega en las próximas elecciones.
Es probable que congresistas que hicieron de la política un negocio personal sean reelectos. Sin pudor alguno mirarán al presidente electo y le ofrecerán de nuevo sus servicios; cual camaleón, olvidando siquiera el color del partido que portan. Erradicar estos personajes del Congreso parece una labor utópica pues a la mayoría de las personas no les gusta la política, no la quieren y por lo tanto son indiferentes a lo que pase. Por ello la renovación del Congreso suele ser mínima: y la reforma a la justicia es aún más complicada pues cada ley pasa por la propia revisión de los magistrados de la Corte Constitucional.
Todo este panorama encierra un gran peligro: en cualquier momento el electorado dormido pasa a la euforia y vota por candidatos anti sistema. En algunos casos el personaje electo cae en el mismo círculo vicioso, pero en otros, ejecuta todo lo prometido como el presidente de Filipinas, y la república se pierde y con ella las libertades de las personas.
Colombia incurrirá en un gasto de miles de millones en estas elecciones; ojalá no se pierda la oportunidad de renovar al menos una parte del Congreso, conscientes en recuperar de nuevo la república, pues su pérdida ya empezó en el vecino país y se pueden ver sus nefastas consecuencias. ¡Ojo!