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Uno de los temas más discutidos en estas elecciones ha sido la corrupción. Hasta el momento, ningún candidato ha hecho una propuesta seria, pero Enrique Gómez, desde su lugar imposible en las encuestas, ha dicho algo muy cierto: ¿será mucho pedir que apliquen la ley?
Los colombianos nos acostumbramos a que las cosas no funcionen; una obra de meses se demora años y una de años se demora decenios, como el túnel de La Línea. No exigimos y ya cualquier obra mal hecha como la de La 26 no extraña.
Tampoco parece ser una prioridad que a los ladrones los suelten al otro día, que los corruptos almuercen en los mejores restaurantes y que antiguos terroristas den clases de moral. Ya nada extraña en una Colombia resignada que, cansada de la situación, tiene la fuerte tentación de tomar el camino al caos. Pero es tiempo de considerar a la ciudadanía como seres que se dan cuenta, que piensan, aunque aguantan todo. Pero ¡ojo!, porque como dice el maestro Valencia en su poema Anarkos “ya los perros sarnosos se tornaron chacales. De ira ciego el minero de ayer se precipita sobre los tronos…¡son los hijos de Anarkos!... Aquel un arma ruda pide, que parta huesos y que exprima el verbo de la cólera… y bajo golpe de Lucheni muda cayó la emperatriz como un cordero”.
Hoy parece que el golpe se cierne no sobre el Estado, sino sobre la clase política tradicional; cansada, la ciudadanía quiere algo distinto al político que roba, al que piensa más en estadísticas que en las personas, al que solo saluda en campaña y luego cambia de número. El peligro es que ese golpe parece ser el punto de no retorno, y no es torpeza del electorado, no es ignorancia de la mayoría, fue el menosprecio de quienes lo representaron.
Hoy vale la pena exigir, no conformarse; pensar que no es mucho pedir más vías, no es mucho exigir menos burócratas que piensan en ciclovías desde sus carros pagados por nuestros impuestos; no es suficiente exigir más seguridad y sobre todo más políticos que respeten la ciudadanía. Hoy la clase política ante las elecciones venideras tiene qué reflexionar en que fallaron, cuáles fueron sus prioridades y si realmente importa la patria o el mero lucro personal.
Los hijos de Anarkos se aburrieron de la constante burla de los políticos tradicionales y en esa búsqueda están eligiendo cualquier candidato en contra del sistema; lo peligroso es que niegan lo construido hasta el momento, no se dan cuenta de la evolución del país y en ese trastabillar el remedio puede ser más grave que la enfermedad. Guillermo Valencia en su poema termina diciendo “no puede ser que vivan en la arena los hombres como púgiles; la vida es una fuente para todos llena; id a beber, esclavos sin cadena”. Los reclamos son válidos. No es mucho pedir mejores cosas para la ciudad, la sociedad y el país; por lo tanto, el llamado es a votar por quien construya. Los hijos de Anarkos están llegando a su límite, pero todavía hay espacio para la cordura, la elección y sobre todo la libertad.