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Fue noticia en los medios la absolución de César Mauricio Velásquez y Edmundo del Castillo en primera instancia; tuvieron que pasar varios años para que un proceso bajo la lupa de la prensa llegara a una absolución de los sindicados.
Desde hace varios años, las mañanas se han convertido en nuevas tribunas donde desde abogados, jueces y hasta los implicados debaten sus posiciones y los periodistas terminan convirtiéndose en los nuevos magistrados en escena; este afán por la noticia ha traído varios problemas entre los cuales se destacan: la vulneración en algunos casos de la honra de los acusados y el protagonismo que quieren ganar los encargados de impartir justicia. No son escasos los procesos que son filtrados a la prensa antes de que salga una sentencia.
Aunado a lo anterior, la imagen de una justicia politizada ha sido inevitable por la diversidad de criterios utilizados en la condena de algunos funcionarios y la absolución de otros de líneas políticas opuestas. La filtración de comentarios, la actitud desafiante y la falta de celeridad en los procesos han llevado a un desprestigio mutuo de las tres ramas del poder público; hoy todas tienen una imagen negativa por encima de 60% y la dignidad de otrora se ha visto sobrepasada por las polémicas.
No es fácil juzgar personalidades, más en un país polarizado donde cada decisión genera ataques de un lado y otro; es por ello por lo que un juez debe hablar a través de autos y sentencias; el fallo solo debe ser en derecho y a pesar de la presión mediática tienen que pesar las pruebas antes que el deseo, los argumentos antes que los sentimientos que generan el delito. En la citada sentencia se demuestra que la Fiscalía, a pesar de presentar abundante material, no logra demostrar una conducta punible de los sindicados, bien sea por falta de diligencia, como señala el juez o porque sencillamente el material probatorio no es conducente a la responsabilidad directa de los implicados en la investigación. Sin duda, se requiere valor por parte del togado para dictar sentencia absolutoria ante la polémica del caso; sin embargo, la única forma de devolverle la dignidad y la credibilidad a la justicia es actuando en derecho, acudiendo más a las fuentes jurisprudenciales que a los medios de comunicación en las mañanas.
Colombia está en mora de volver a brillar por su seguridad jurídica, por tener cortes de lujo como antes de la toma del palacio y por comenzar a impartir justicia. “En un mundo sin justicia es un peligro tener razón”, decía Francisco de Quevedo.
La acción de reparación directa no es suficiente para devolverle el tiempo perdido y las angustias a quienes sufren un proceso judicial en su contra; sin embargo, queda la tranquilidad de que, a pesar de las demoras, la honra en los estrados judiciales queda limpia. Lo difícil es recuperarla en la vida diaria, laboral y en la misma prensa; solo el tiempo en algún caso se encargará de eso.