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Esta semana en una clase en la Universidad de Harvard, el profesor Jeffrey Frankel señalaba que los ciclos económicos debían responder a una política fiscal, en la cual, en los momentos de bonanza se ahorraba, con impuestos bajos, se mantenía la bonanza hasta que hubiese un ciclo de caída y ahí la bonanza ayudaba a soportar la recesión económica. Dicho supuesto, al parecer lógico, suele ser utópico en la mayoría de países.
Colombia había tenido una política fiscal medianamente juiciosa; no sufrimos las crisis de los 80 y la deuda externa venía con un comportamiento estable, por debajo de los US$50.000 millones; sin embargo, con el presente Gobierno empezó a crecer de manera sostenida, duplicando el endeudamiento que se mantenía hasta el 2010 y ubicándose ahora en alrededor de US$125.000 millones.
Los evaluadores de riesgo como Standard and Poor’s han bajado la calificación de Colombia, y se ve un futuro apretado en materia económica pues la producción e inversión en el país debe potenciarse. La reforma tributaria y el proceso de paz, que se desmorona con el narcotráfico, parecen presentar un reto mayúsculo.
Sabiendo la fórmula para mantener estable la política fiscal y económica de un país, ¿Por qué es tan difícil su aplicación? La respuesta parece similar en todos los casos; el gobernante de turno piensa en sus propios intereses, y ahorrar para que otro gaste más adelante no parece ser una opción.
Ejemplo de ello fue el recorte de George Bush hijo a los impuestos de Clinton, sin la reducción de gastos que debió tener; su política, sumada a otras y al alto costo militar, condujo a una crisis económica que duró varios años; o el nuestro, donde un Nobel de Paz valió omitir la entrega de las rutas del narcotráfico y el sostenimiento de un aparato burocrático creciente. Solo países como Alemania y Suiza han logrado mantener estable dicha regla y su estabilidad económica es solo un ejemplo de su prosperidad.
Pensar en el futuro del país más que en sí mismo, debería ser un propósito de cualquier gobernante; pero como las estadísticas lo demuestran, casi nunca ocurre; el actual gobierno va entregar un país endeudado y con el coletazo de la reforma tributaria aún por sentirse, además un proceso de paz pendiente de un hilo.
La forma de llevar adecuadamente la economía y las finanzas de un país ya está inventada desde hace mucho, la solución para la falta de voluntad y de buen gobierno es la que falta por inventar, pues darle el viraje que necesita Colombia para tener estabilidad económica a futuro va tener un costo político que no cualquiera está dispuesto a asumir; el recorte de gastos, impuestos, subsidios y de inversión estatal traen un peso político y de imagen difícil de aceptar; por lo pronto los ciudadanos seguiremos sobreviviendo.