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En los últimos tiempos, el gobierno colombiano ha comenzado a hablar de nuevos subsidios, entre ellos uno como estrategia para reducir la delincuencia juvenil en el país. Esta solución aparentemente rápida y sencilla podría ocasionar problemas, generando ciudadanos dependientes y desmotivando el trabajo y la productividad.
La idea de pagar $1,5 millones a jóvenes para que dejen de delinquir puede ser tentadora a primera vista, ya que se percibe como una manera de atacar directamente el problema de la delincuencia. Sin embargo, esta estrategia ignora las causas profundas de la criminalidad juvenil y podría crear ciudadanos perezosos y dependientes del subsidio estatal. Además, un camino de delictivo difícilmente puede ser abandonado por un estímulo estatal.
Uno de los mayores riesgos de los subsidios es que pueden desmotivar a los jóvenes a buscar empleo o desarrollar habilidades laborales. Cuando se obtiene dinero sin tener que esforzarse por conseguirlo, se puede perder el incentivo para trabajar y crecer profesionalmente. Esta falta de estímulo genera ciudadanos dependientes del Estado y con una mentalidad de asistencialismo que a la larga perpetuaría la problemática de la delincuencia, ya que no se aborda la raíz del problema; Es importante recordar que no se puede premiar lo malo. La delincuencia juvenil es un comportamiento que va en contra de las leyes y los principios de una sociedad que ha sufrido mucho. Al otorgar subsidios a jóvenes que han incursionado en lo ilegal, se estaría enviando un mensaje equivocado, sugiriendo que sus acciones dañinas pueden ser recompensadas.
El otro problema de la implementación de nuevos subsidios es el aumento en las cargas tributarias para quienes sí trabajan. A los $7 billones anuales para los subsidios que tiene el actual gobierno para programas como el de renta ciudadana, se deben conseguir dinero adicional para estos nuevos estímulos; esto es injusto para aquellos ciudadanos que cumplen con sus responsabilidades laborales y que, a través de sus impuestos, financiarían los subsidios destinados a jóvenes que han optado por la delincuencia. El resultado podría ser una división social mayor, donde quienes trabajan se sienten penalizados mientras la delincuencia sigue a sus anchas.
En lugar de buscar soluciones a corto plazo, es fundamental que el gobierno colombiano invierta en programas integrales que aborden las causas subyacentes de la delincuencia juvenil. La educación, el acceso a oportunidades laborales, la capacitación, el fomento del emprendimiento y la lucha frontal contra las drogas, son algunas de las herramientas más efectivas para combatir la delincuencia y promover un proyecto sostenible.
Combatir la delincuencia juvenil debe ser un esfuerzo conjunto, donde se involucren tanto las instituciones gubernamentales como las organizaciones civiles y la comunidad en general. Los problemas son mucho mas profundos que el tema económico, subsidiar la pereza nunca da buenos resultados y sí puede ser perjudicial para la sociedad colombiana. Los subsidios generan dependencia y de ahí el viejo adagio “si los cerdos pudieran votar, el hombre con el balde de comida siempre sería el elegido. No importaría cuántos cerdos hubiese sacrificado ya en el recinto de al lado.”