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Estos días de encierro han traído un fuerte cambio no solo en las costumbres sino en la forma en que el Estado se relaciona con los particulares. Los gobiernos debieron restringir libertades como la de la libre circulación y la intervención de la economía ha sido notoria, casi en la totalidad de países occidentales han entrado a subsidiar a los más pobres.
Colombia ha sido uno de los países donde más rápido se ha actuado, llevamos en cuarentena dos semanas y se va hasta el 27 de abril, la tasa de contagiados aumenta pero no de forma alarmante y el Gobierno comienza a subsidiar y a prorrogar créditos y consumos. Con nerviosismo el sector empresarial intenta acoplarse a la crisis, imprevista e irresistible, y por ello tan dañina.
The Economist, en la más reciente edición, señalaba que los países ante esta crisis deberán batirse entre proteger la vida con un encierro total a proteger la economía con uno paulatino permiso para salir y el acierto estaría en saber manejar ambos criterios. La vida es el principal derecho que debe proteger el Estado moderno, de ahí se justifica la teoría hobbesiana en donde se entrega parte de la libertad para garantizar la sana convivencia. Acierta por tanto el Gobierno en intentar protegerla, pero esta visión no puede ensombrecer lo importante: un país no depende del gasto del Estado, depende de la producción del sector privado y todos estos cantos de sirena, peligrosos, que llaman a un control mayor del Estado deben ser ahuyentados después de la pandemia.
Este encierro debe llevar a varias reflexiones, cuando se salga y se vea la tasa de desempleo, el crecimiento inverso de la economía y tantas empresas quebradas deberá resaltar de nuevo el valor de cada empresario que deja el pellejo por sacar adelante un sueño dentro del país.
De manera personal más en esta época de recogimiento, cada uno debe hacer un recuento sobre lo que verdaderamente importa en sus vidas. Un amigo José Devis, gerente de un importante hotel en Cartagena, señalaba que tiene 17 pares de gafas de sol, totalmente irrelevantes en este encierro y ahora, en la compañía de su familia, valora más el abrazo de su esposa e hijos que cada una de las gafas y otros lujos que atesoraba.
Malthus señalaba que después de toda pandemia o guerra venía una época de crecimiento económico, en este caso se demorará un tiempo que ocurra pues las pérdidas todavía son invaluables. No se sabe si habrá una nueva sociedad, pero al menos esta pandemia debe llevar a valorar el relacionamiento de los unos con los otros, la apreciación de un ritual religioso, el papel de un empresario para el país y el valor de la solidaridad que debe aflorar para que unos y otros podamos sobrevivir. Mucha gente morirá sola, familias no se podrán despedir, empresarios no verán de nuevo su empresa y empleados volverán a buscar trabajo, duro panorama, pero al menos, espero que la próxima vez un abrazo tenga un mayor significado.