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Analistas 01/03/2024

Un mito aplastado por la realidad

Juan Manuel Nieves R.
Estudiante de Comunicación Política
JUAN MANUEL NIEVES
La República Más

Un amigo, Raúl Vidal, me contó que tiene ascendencia cubana. Dentro de su historia, relata cómo su padre decidió escapar de los terrores del comunismo empobrecedor en Cuba y terminó en Puerto Rico. Allí, sin más que su ingenio y su voluntad de trabajar, inició una nueva vida. Hoy en día, es padre de familia, está casado con una buena mujer, y el hecho de tener que trabajar para sobrevivir le enseñó una ética de trabajo que ha sabido transmitir a sus hijos. Estos, a su vez, han tenido la oportunidad de educarse en las mejores universidades de los Estados Unidos, pero siempre con una clara ética de que es necesario trabajar.

Según la ONU, en 2020 había aproximadamente 281 millones de migrantes internacionales en el mundo, de los cuales 1,8 millones eran cubanos. La mayoría de ellos se han establecido en Estados Unidos, donde representan la tercera comunidad hispana más grande, después de México y El Salvador.

Los inmigrantes cubanos han tenido que enfrentarse a numerosos desafíos y dificultades para adaptarse a una nueva sociedad y cultura. Muchos han tenido que empezar desde cero, sin recursos ni apoyo, y han tenido que trabajar arduamente para sobrevivir y prosperar. Sin embargo, lejos de rendirse o conformarse, han demostrado una gran capacidad de resiliencia, creatividad y emprendimiento. Uno de los valores que han cultivado y transmitido a sus hijos es la ética del trabajo, que implica no solo cumplir con las obligaciones y deberes del puesto, sino también buscar la excelencia y el desarrollo personal y profesional.

Para algunos, Cuba es un ejemplo de resistencia, soberanía, justicia social, educación y salud. Para otros, Cuba es un ejemplo de opresión, aislamiento, pobreza, violación de los derechos humanos y falta de libertad.

La realidad de Cuba es que atraviesa una profunda crisis económica, política y social, agravada por la pandemia de covid-19, la caída del turismo, el fin del apoyo de Venezuela, el endurecimiento del embargo de Estados Unidos y la falta de reformas internas.

Cuba sufre un drama humanitario que se refleja en la escasez de alimentos, medicinas, combustible y otros bienes básicos, el aumento de los precios, la devaluación de la moneda, el incremento de la pobreza, el deterioro de los servicios públicos y la precariedad de la infraestructura. Ni siquiera sus famosos logros en materia de educación o salud son comprobables; solo existen estadísticas oficiales y los organismos no tienen cómo verificarlas.

Algunos añoran la época de la revolución y se aferran a los logros y las promesas del pasado, sin reconocer los errores y los fracasos del presente. Estas razones pueden ser comprensibles en el fulgor de la juventud, pero no justifican la negación de la realidad ni la indiferencia ante el sufrimiento de tantas personas. Romantizar la revolución o peor aun soportar y defender ese régimen es una forma de deshumanizar a los cubanos, de ignorar sus necesidades, aspiraciones y derechos. Cuba ha sabido vender un relato, pero los hechos los aplastan.

Millones de cubanos han buscado una vida mejor, un drama evidente, y curiosamente, muy pocos de los que romantizan Cuba desean vivir allí. Lo verdaderamente admirable son los emigrantes que llegan con ganas de trabajar, con una ética clara, sin romantizar nada, simplemente buscando un lugar que les permita progresar.

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