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Analistas 05/07/2024

Una barbarie en el siglo XXI

Juan Manuel Nieves R.
Estudiante de Comunicación Política
JUAN MANUEL NIEVES

La Rinconada, ubicada en los Andes peruanos a más de 5.000 metros sobre el nivel del mar, es un lugar donde el tiempo parece haberse detenido. Aquí, la explotación de oro ha dado lugar a una cruda realidad que recuerda a las épocas más oscuras de la humanidad.

Los mineros trabajan en condiciones infrahumanas, en un ciclo que parece salido de un relato distópico: 40 días de trabajo sin paga, seguidos de siete días en los que pueden recoger lo que puedan, con la esperanza de obtener algo de capital. Esta forma de explotación, conocida como “cachorreo”, es una clara manifestación de una moderna forma de esclavitud.

En La Rinconada, la ausencia del Estado es evidente. Los mineros operan en condiciones de absoluta informalidad, sin acceso a derechos laborales, servicios de salud adecuados o protección legal. Esta falta de presencia estatal crea un vacío que es rápidamente llenado por prácticas supersticiosas y deidades locales a las que los mineros invocan en busca de protección y prosperidad. Estos rituales suelen estar acompañados de un compromiso tácito de gastar sus ganancias en vicios, perpetuando un ciclo de pobreza y dependencia.

Los problemas en La Rinconada no se limitan a la explotación laboral. La falta de regulación y supervisión ha dado lugar a una serie de problemas ambientales y de salud. El mercurio, utilizado en el proceso de extracción de oro, envenena lentamente a los mineros y contamina el medio ambiente.

La delincuencia y los enfrentamientos violentos son comunes, resultando en muertes y heridos. En medio de este caos, la Iglesia Católica emerge como una de las pocas instituciones que se preocupa por el bienestar de los mineros, ofreciendo apoyo espiritual y, en algunos casos, ayuda material.

No podemos permitir que la riqueza sea acaparada por grupos ilegales

Según informes, esta región produce aproximadamente 70 toneladas de oro al año, lo que representa una gran riqueza extraída en condiciones deplorables. Esta situación no es exclusiva del Perú; en Colombia, también enfrentamos problemas similares con la minería ilegal. Aunque no tenemos un caso tan emblemático como La Rinconada, la minería ilegal está presente en varias regiones del país.
En Colombia, la minería ilegal está controlada por grupos armados ilegales y bandas criminales.

Estos grupos utilizan la minería como una fuente de financiamiento, explotando a trabajadores en condiciones de esclavitud moderna y generando graves impactos ambientales. La corrupción y la falta de regulación adecuada agravan la situación, permitiendo que estas actividades continúen con impunidad.

Una posible solución es la concesión de la explotación minera a empresas responsables, que operen bajo estrictas normativas ambientales y laborales. Esto no solo garantizaría mejores condiciones de trabajo para los mineros, sino que también permitiría un manejo más sostenible de los recursos naturales. La formalización de la minería es otro paso crucial; es necesario implementar programas de educación y capacitación para los mineros, que les permitan desarrollar habilidades y conocimientos que mejoren sus condiciones de vida.

La explotación de minerales es una actividad que puede generar grandes beneficios económicos. No podemos permitir que la riqueza sea acaparada por grupos ilegales que perpetúan la esclavitud y la miseria. La Rinconada es un claro ejemplo de cómo la ausencia del Estado puede llevar a situaciones de extrema degradación humana. En Colombia, enfrentamos desafíos similares con la minería ilegal, pero aún estamos a tiempo de cambiar el rumbo.

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