MI SELECCIÓN DE NOTICIAS
Noticias personalizadas, de acuerdo a sus temas de interés
Recientemente tuve la fortuna de dialogar con la economista representante para Colombia del Banco Interamericano de Desarrollo (BID), Laura Giles, a propósito de los importantes esfuerzos que esta institución ha venido realizando para entender las diferentes problemáticas socio económicas que hoy se observan en el Amazonas, particularmente en aquella zona correspondiente la Amazonía andina.
Solamente para dar un contexto al lector, hoy la Amazonía representaría el sexta extensión más grande del planeta si se le compara con el tamaño de los países más grandes del mundo. Estamos haciendo referencia a la cuenca fluvial con mayor diversidad a nivel mundial, una región que se estima podría representar los cerca de 8 millones de kilómetros cuadrados, que involucra territorios de Bolivia, Ecuador, Perú, Colombia, Brasil, Venezuela, Suriname y las Guyanas.
Este es un territorio que además de ser el pulmón del planeta y una región maravillosamente biodiversa, enfrenta una serie de retos muy importantes a nivel social, económico y de desarrollo. Las líneas fronterizas entre países en el Amazonas representan, según el BID, cerca de 14.000 km, lo equivalente a la distancia que existe en línea recta entre Bogotá y Kabul. Esto impone sin duda alguna un enorme desafío en aras de entender las dinámicas sociales, las condiciones demográficas y los retos económicos que una región tan rica en recursos, pero a su vez tan diversa y heterogénea impone.
Una propuesta absolutamente disruptiva, pero a su vez muy valiosa fue ideada desde hace cerca de tres años en Boston, donde una empresa consultora, experta, entre muchas otras cosas, en georreferenciación y captura de datos satelitales para el diseño de las políticas públicas, Geoadaptive, se preguntó cómo podría ver al menos 3 de los 8 millones kilómetros cuadrados del Amazonas, concentrando todos sus esfuerzos en la Amazonía andina.
Los resultados son más que reveladores. El estudio del BID y la firma consultara mencionada elaborado por Juan Carlos Cortés, Laura Giles, Bárbara Ávila y Christian Larrahondo logra identificar cómo más de 90% de la población que habita la región amazónica andina enfrenta brechas de desarrollo, medidas a partir de un muy interesante análisis espacial multidimensional que tiene en consideración diferentes criterios y sectores para poder lograr una visión integral de las prioridades de la región. Son 20 brechas sectoriales que alimenta lo que los autores del estudio denominan un índice multisectorial, aplicado a más de 24 millones de celdas con los que se hace un barrido detallado y cuidadoso de las características del territorio.
Cerca de un millón de habitantes de la región amazónica andina enfrentan más de 6 de las 20 brechas definidas en el estudio, y en términos de áreas afectadas, las brechas de acceso a consumo de agua potable, acceso a educación básica e inversión en actividades verdes e inclusivas son los puntos más sensibles que hoy enfrenta la región.
Se trata pues de un esfuerzo del BID y Geoadaptive por capturar información valiosa y pertinente a efectos de generar importantes recomendaciones para construir una visión integral de los más sensibles problemas de la región, así como de lograr los objetivos de largo plazo de proteger la riqueza ambiental y el pulmón del mundo desde una visión sostenible y alternativas de producción que logren romper las trampas de pobreza e induzca a un incremento en materia de productividad.
Una región en la que, al día de hoy, ya entrados en el siglo XXI, apenas 24,2% de la población tiene acceso a agua potable, 36% de su población presenta brecha de acceso a la electricidad, 19% de los territorios urbanos se encuentran a más de media hora de un centro de salud, 18% de la zona de estudio presenta brechas de educación básica primaria y secundaria, por tan solo citar algunos datos de este interesante estudio.
Así pues, el reto más importante y quizás la lección que sugiere la investigación citada, es pensar en puntos focales, crear redes para cerrar brechas y diseñar políticas públicas basadas en evidencia, en una región que, para Colombia, representa 44% de su territorio en el que habitan más de 270.000 personas, pero que representa la esperanza de las futuras generaciones de más de 52 millones de habitantes.