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El pasado 12 de junio, y tras seis semanas de juicio, el juez Richard Leon, del Distrito de Columbia en Estados Unidos, autorizó sin ningún tipo de condicionamiento una de las operaciones de integración empresarial, sobre la cual los ojos, tanto del mundo de la libre competencia, como del sector de telecomunicaciones tenían en la mira: la fusión entre American Telephone and Telegraph (AT&T) y Time Warner Inc.
Más allá del valor de la transacción, que se ha estimado oscila alrededor de los US$85.400 millones, la operación aprobada representa un importante revés al esfuerzo del Departamento de Justicia de los Estados Unidos de América (DOJ, por sus siglas en inglés) en su intento de hacer valer su herramienta de control ex ante a fusiones empresariales.
Una fusión que desde el análisis de organización industrial podría clasificarse de tipo vertical; después de años de controversia entre economistas de escuelas de pensamiento con posiciones opuestas en la materia se ha reconocido que esta clase de operaciones tiende a generar riesgos en materia de competencia.
La razón es sencilla: las operaciones de integración de tipo vertical pueden crear cuellos de botella en eslabones sensibles que, o bien impiden la entrada de empresas al mercado, o dificulta que quienes participan puedan ejercer presión competitiva suficiente, con los efectos indeseables que ello genera.
Pese a que el fallo proferido por el juez Leon le otorga la propiedad de canales como HBO y CNN a AT&T, el lector podría preguntarse, ¿qué motivó a tomar tal decisión? Un factor clave que llevó a desestimar las preocupaciones del DOJ se basa en la proliferación de alternativas al servicio de pago por suscripción de televisión satelital propias de innovaciones disruptivas como Netflix y formatos similares vía streaming, que al interior del sector TIC ha cambiado la manera en que se ve televisión paga en el mundo.
Según datos de Statista, el número total de suscriptores de Netflix en el mundo ha pasado de 26,5 millones de usuarios en el primer trimestre de 2012 a 125 millones en el primer trimestre de 2018, lo que significa que el número de suscriptores en los últimos seis años se ha incrementado en 4,7 veces.
Ni qué decir de las cifras estimadas de ingresos de esta compañía, las cuales se han incrementado en más de 10 veces en la última década pasando de US$1.360 millones en 2008 a US$11.690 millones en 2017, con capacidad de crear sus propios contenidos, tanto de películas como series de televisión.
Lo cierto es que esta decisión no solo es un antecedente clave en el mundo de la competencia, sino que abre la posibilidad a que nuevas fusiones en el sector se lleven a cabo. Muestra de ello es el reciente interés de Disney, expresado el pasado 21 de junio, por mejorar la oferta que Comcast habría hecho sobre 21st Century Fox, operación que además de cambiar el equilibrio de poderes en Hollywood y en la industria de televisión en el mundo, constituirá un reto de análisis más para las autoridades de competencia y los reguladores del sector.