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Los resultados financieros de las 1.000 empresas más grandes del país no pueden ser más elocuentes. En primer lugar, muestran la resiliencia del sector empresarial, pues las empresas continúan generando riqueza y empleo, a pesar de los problemas de seguridad, el ambiente político y la coyuntura económica. No obstante, los empresarios mantienen un buen ánimo, pero moderado, por lo que son precavidos con nuevas inversiones, compra de inventarios, nuevas contrataciones, transformaciones tecnológicas y, en general, esfuerzos de caja que no generen una ventaja o retribución inmediata, conforme a que ante la incertidumbre, lo mejor es conservar la caja.
En segundo lugar, las cifras revelan algo irrefutable, así el Gobierno trate de tapar el sol con un dedo. No se puede negar la realidad, si se quiere ser propositivo y mejorar. La realidad es que el vaso está a menos de la mitad, lo cual no es conveniente. Para conjurar la situación se requieren políticas públicas serias, concretas y efectivas, no discursos trasnochados o vacíos de los tigres asiáticos o de la sostenibilidad.
Miremos algunas cifras de las 1.000 empresas. Las utilidades bajaron de $137 billones a $99, es decir, una caída de 28%. Los ingresos operativos crecieron de $1.217 billones a $1.313, es decir, un aumento de 8%. No obstante, teniendo en cuenta que la inflación de 2023 fue de 9,3%, hay un decrecimiento en términos reales. Cabe indicar que, desde el año de la pandemia, no se registraba una caída en las utilidades tan fuerte, pues en 2020 fueron escasos $45 billones, lo que está afectando las finanzas públicas.
Respecto a otras cifras de los años 2022 y 2023, el activo solo creció de $1.552 billones a $1.573 y el patrimonio decreció de $758 a $727. Estas cifras son preocupantes, pues se reduce el tamaño de las empresas en términos nominales y reales, afectando a las mismas y su futuro crecimiento. Las empresas también se endeudaron más. El pasivo pasó de $795 billones a $845, con un índice de endeudamiento de 0,51 a 0,54. Analizando otras razones financieras, el ROE pasó de 18,1% a 13,6%, el margen neto de 11,3% a 7,5% y el ROA de 8,8% a 6,3%, rompiendo la tendencia de crecimiento de varios años.
En síntesis, las cifras de 2023 no son buenas, si las comparamos con la tendencia y las de 2022, así el Gobierno lo quiera negar o disimular. Lo importante es la sinceridad en las cifras y su análisis, para poder tomar las medidas pertinentes. Entre más rápidamente el Gobierno las acepte y entienda, más rápidamente podrá diseñar políticas de Estado que mejoren el rendimiento de las empresas y la economía, lo que implica mejorar en confianza, inversión en infraestructura, fomento y subsidios empresariales, crédito, menores impuestos y, sobre todo, seguridad. Igualmente, debe aceptarse, por parte del Gobierno, que son los privados quienes pueden y son los mejores aliados para lograr la generación de riqueza y empleo y no el Estado por su sola cuenta. En fin, para las empresas fue un año flojo, tirando a malo, por lo que se necesitan acciones y políticas adecuadas por parte del Gobierno para reactivar el sector empresarial.