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Analistas 17/12/2022

Gestores de paz: un mal camino

Juan Pablo Liévano Vegalara
Exsuperintendente de Sociedades

El Gobierno está destapando sus cartas en lo que se refiere a la estrategia de crear clientelas, movilizar gente y tomarse las calles. Todo se está fraguando en el contexto de la paz total, que perfecciona la impunidad y la renuncia del estado a la judicialización del delito y el terrorismo, en beneficio de grupos al margen de la ley, cuyo génesis es el acuerdo de paz con las Farc. Las herramientas para comprar voluntades, movilizar al “pueblo” y tomarse las calles son varias.

Se presentan con sonoros eufemismos: gestores de paz, voceros de diálogos de paz y servicio social para la paz. Así, se pretende contar con más de 100.000 jóvenes pagados para que no delincan, con voceros de diálogos de paz excarcelados y con un ejército de jóvenes que, en lugar de prestar servicio militar, prestarían un servicio social de adoctrinamiento. Ahora bien, independientemente de la ilegalidad jurídica y la inconveniencia económica de tan absurdas herramientas, lo cierto es que se están creando las condiciones perfectas para tener clientelas que se movilicen en las calles a favor del Gobierno, su partido político y sus ideas, al mejor estilo de los colectivos en Venezuela. Recordemos que se ha indicado a respecto de otros eventos internacionales la necesidad de movilización del pueblo para evitar el “suicidio político y democrático”. Este no es el camino adecuado para el país y para una ciudadanía que simplemente quiere condiciones de seguridad física y jurídica para trabajar y vivir.

Igualmente, el mensaje general, valga la obviedad, es que ser pillo paga y que no hay consecuencias jurídicas por la comisión de delitos. El mensaje para los delincuentes, como los de la primera línea que paralizaron al país, es que deben continuar el ejercicio de su profesión de protestar y delinquir, pues genera visibilidad, estatus político y réditos económicos. Y ni hablar del estado de ánimo y desmotivación que esto genera en los policías y militares. ¿En qué momento llegamos a este galimatías y cómo podemos salir del mismo? Pues, aparte de lo obvio, es decir, que nos metimos en el entuerto con el voto y nos salimos con el voto, corresponde por el momento a nuestros líderes políticos, económicos y de opinión cerrar filas y señalar los aspectos de este mal rumbo para la nación. Las cosas no pueden ser así. No podemos renunciar como sociedad a la justicia y al ejercicio legítimo de la fuerza del estado para la protección de la vida, honra y bienes de los residentes, excarcelado delincuentes y terroristas y pagando salarios a los jóvenes para que no delincan.

Mucho menos podemos estar pasivos ante esta situación de creación y uso de herramientas para la consolidación de clientelas que contribuyan a la movilización y toma de las calles desde el gobierno con fines políticos. Preocupa además el ambiente para la inversión por estos malos pasos, pues los lugares donde los valores y formas sociales, culturales, económicas y jurídicas se invierten no son atractivos para la inversión y la generación de empresa y empleo, mucho menos si las cosas las provee gratis el estado y no hay necesidad de trabajar.

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