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Analistas 25/02/2023

La narrativa histórica

Juan Pablo Liévano Vegalara
Exsuperintendente de Sociedades

Los activistas y políticos de los partidos alternativos de izquierda, y hasta el Gobierno, nos tienen aprendiendo prosa y fantasía. Las redes sociales se han vuelto un verdadero centro de entretenimiento literario, donde lo que importa es la construcción narrativa, para apoyar al proyecto político socialista y progresista, independientemente de la verdad y realidad. Son expertos filósofos en la narrativa, en el realismo mágico, pues usan sus habilidades para apuntalar su ideología y proyecto político. No importa la verdad y la realidad, lo importante es que la ciudadanía, es decir, el pueblo, crea lo que ellos dicen y se genere la tendencia de apoyo a su causa y sus políticas.

Así, cada vez que hay noticias que no son favorables a su proyecto político, o se pronuncian los opositores, o cualquiera de sus líderes dice algo incoherente o inadecuado, encuentran la forma de presentar la situación como mejor les convenga. Lo hacen con prosa y fantasía literaria. Lo hacen con datos inadecuados o errados, con verdades a medias o con mentiras que repiten una y otra vez hasta que se vuelven la verdad. Su realismo mágico literario, aplicado en la arena política, es maquiavélico y prospera por las necesidades y falta de información y conocimiento del pueblo, al que ilusionan y engañan con fines exclusivamente politiqueros. Es muy difícil concertar y construir país así, pues no se identifican y analizan adecuadamente los problemas y mucho menos se dan las soluciones apropiadas.

No importa que el problema identificado sea el incorrecto, no importa que el análisis sea inadecuado y mucho menos que las soluciones sean irreales e inviables.

El método científico y la evidencia técnica, histórica y práctica son desdeñados, abandonados y, lo peor, muchas veces tergiversados y manipulados. Existen eventos recientes que dan cuenta de este comportamiento. Para no ir más lejos, tenemos el famoso informe de reservas de petróleo y gas, donde aplicando una metodología inadecuada, se concluye que no hay necesidad de realizar más contratos de exploración y explotación de petróleo y gas y, por lo tanto, se justifica la transición energética y toda la ideología que la rodea. Ahora, le tocó el turno a la salud, con una reforma en la que prima la ideología política. Se pretende el apoderamiento de los recursos de los pacientes y la estatización del servicio de salud, sin que realmente importe la calidad, la cobertura y la eficiencia de este.

Para eso presentan algunos asuntos puntuales de corrupción y fallas en el servicio, ausencia de cobertura en regiones apartadas y registros de números de médicos y enfermeras por habitantes en los países de la Ocde, todo lo cual es usado para justificar ante el pueblo la reforma total al sistema, que además atendió con éxito la pandemia. Lo cierto es que esta desinformación y propaganda se repite sin filtro una y otra vez. Es tiempo de cambiar. El país debe empezar a estudiar las instituciones y sus problemas sin apego ideológico, usando el método científico, con evidencia técnica y teniendo en cuenta los resultados históricos y prácticos. De lo contrario, no podremos salir del subdesarrollo y estaremos condenando a la ciudadanía a la pobreza, la insatisfacción y la infelicidad.

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