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El Presidente, de forma abusiva, secuestró la gran marcha de los trabajadores el 1 de mayo. Concluyó con un discurso falaz y preocupante. En lugar de unir a la nación, se despachó de forma delirante y destructiva. Rompió relaciones con Israel, decisión inconveniente y populista que valida a Hamas. Se dedicó a arengar con afirmaciones falsas, al indicar que el “establishment” solamente quiere esclavitud y explotación. Lo cierto es que la Ley 2101 de 2021 reduce la jornada laboral de 48 a 42 horas.
Continúa desinformando al decir que la reforma a la salud no se hace porque ese “establishment” solo quiere la presencia del Estado en “el norte de Chapinero”. La realidad es que la gran mayoría de los colombianos tienen servicios asequibles y de calidad, un gran logro que ha permitido la reducción de la pobreza. Se hace mucho con poco, a pesar del Gobierno. El gasto per cápita en Colombia es de US$1.640 (8.1% del PIB) y el promedio de los países de la Ocde es de $4.986 (9.2% del PIB).
Quiere destruir el sistema de salud para corregir deficiencias que se solucionan con más recursos. Arremete contra el sistema pensional, diciendo que roba y no pensiona a las personas, cuando el problema es la informalidad laboral. Divide el país en los del cambio y los que se oponen al cambio y son de la muerte, como si el 70% del país y los que marcharon el 21 de abril, no quisieran un mejor país y fueran voceros de la muerte. Señaló como loable y admirable al M-19 y su bandera, grupo narcoterrorista al que perteneció. No lo queremos como presidente, no por su color de piel como dijo (somos todos mestizos), sino porque aterra un mal gobierno, destructor de la economía y la democracia, que aparentemente llegó incumpliendo las reglas de financiación que a él no le deberían aplicar.
Cree que haber ganado las elecciones le da patente de corso para imponer su voluntad. Reta a la nación entera. La marcha es respondida con otra marcha (secuestrada). Como Fidel, dice que no es socialista. Se apropia de la Constitución del 91, como obra del M-19, cuando el proceso constitucional fue de varias fuerzas, nacional y concertado. Indica que aquellos que podrían llegar a la presidencia en 2026, si no son ellos, van a llegar a masacrar. Amenaza que, si actúan las instituciones en caso de financiación irregular, enfrentarán al pueblo en la calle, que recuperará la democracia y la voluntad popular. Incita a sus ministros a no tener miedo, seguramente a actuar sin preocupaciones por el cumplimiento de la ley y las “cias”.
El progresismo es ahora el Gobierno revolucionario, que no quiere perder las mayorías, a como dé lugar, incluso incumpliendo la propia Constitución del 91, a través de un poder constituyente ilegal. Quiere un acuerdo nacional, sin autoritarismo, pero él es el más autoritario, pues las reformas deben ser como él las quiera, por la paz o por la muerte. Estamos al borde de perder nuestra democracia. La marcha del 21 de abril fue importante. Pero el inconformismo y las marchas, sin liderazgo, llegan a ninguna parte.