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Han sido bastante tensos los últimos acontecimientos políticos. El Gobierno nacional y la bancada del Pacto Histórico, ante las dificultades para convencer con argumentos y navegar conjuntamente con la institucionalidad, han optado por utilizar métodos “no convencionales” para intentar salvar los proyectos de ley. Por ello, han reaccionado de forma vehemente y colérica en lugar de mantener la calma, evitar alzar la voz, mejorar los argumentos y no reaccionar de inmediato, sino respirar, analizar y corregir el rumbo. La respuesta ha sido desproporcionada e irracional, con argumentos falsos, comparaciones inadecuadas y descalificaciones personales.
Ante el fracaso, recurrieron a movilizar al “pueblo” en las calles de manera amenazante y nada constructiva. Por eso, justo el día en que se votaba la ponencia de archivo de la reforma laboral, convocaron una marcha donde la mayoría de los participantes no eran espontáneos y no buscaban un cambio adecuado y real, sino que eran personas instrumentalizadas o partes interesadas, la mayoría de ellas movilizadas con recursos del Estado.
Es lamentable que se haya convocado un día cívico politiquero con el argumento de que es necesario para crear un “espacio democrático”. De hecho, el Presidente y el Pacto Histórico tienen la errónea convicción de que haber ganado las elecciones presidenciales les otorga el derecho de imponer todo lo que desean, lo cual es de suyo antidemocrático.
El propósito del día cívico no fue otro que intimidar y presionar a los parlamentarios de la oposición, mientras ejercían su función legislativa en el Congreso, que es precisamente el espacio democrático establecido por la Constitución para que el pueblo se exprese de manera pacífica, libre y voluntaria a través de sus representantes. De hecho, estos parlamentarios, en su fuero íntimo, basándose en estudios de varios expertos, consideraron inapropiado el proyecto por no crear empleos formales, sino por el contrario fomentar mayor informalidad.
Respecto a los ataques personales, ante la frustración y la falta de conciencia democrática, se presentaron reacciones como la del representante Alfredo Mondragón, que de manera inadecuada y desproporcionada increpó al representante Alirio Barrera, quien mantuvo hidalga compostura y dignidad frente a los improperios. Por otro lado, las huestes gobiernistas continúan utilizando la estrategia de anular al contradictor, atacándolo desde el punto de vista ético y moral. No se utilizan argumentos para debatir la idea o postura, ni se facilita un diálogo constructivo para llegar a acuerdos; simplemente se descalifica.
Se tacha al contradictor de deshonesto e inmoral, atribuyéndole falsamente delitos en algunos casos, o conductas “inapropiadas” y condiciones personales “reprochables” en otros. Incluso se califica a los parlamentarios opositores de miserables, que ganan mucho y no piensan en el pueblo, o de no querer ser generosos por cuanto ellos sí tienen, indicando que solo defienden a los más poderosos y al capital. En realidad, al negar una iniciativa legislativa inconveniente, se está defendiendo legítimamente los derechos de las mayorías.
Con este panorama, estamos a punto de empezar a escuchar frases como “patria, socialismo o muerte” o “reformas o revolución”, al mejor estilo Castrochavista, o que se legisle por decreto fuera del cauce constitucional. La realidad es que no todo vale y el fin no justifica los medios.