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Las encuestas y los analistas vaticinaban, en gran medida, el resultado de las elecciones. Veían el voto “castigo” al Gobierno y al Pacto Histórico, por la forma de gobernar y la situación económica del país. Los ciudadanos están cansados de la polarización, de tener un Gobierno beligerante, que no apacigua, sino que altera la tranquilidad, la confianza y la esperanza de un futuro mejor. Lo que ocurrió en Medellín era previsible. Fico Gutiérrez encarnaba el cambio del modelo. La ciudadanía manifestó su hastío a un alcalde disruptivo y polarizador, con un candidato soso, poco preparado y beligerante. Lo de Char, que era más previsible y lógico, es la continuidad de buenos resultados de gobernantes trabajando en la misma dirección para que Barranquilla sea hoy lo que es: una ciudad próspera y modelo en el país. Con lo que no se contaba era con el triunfo de Galán, en primera vuelta, y que Cali quedara en las manos de Alejandro Eder. Lo de Galán es simplemente sorprendente, pues Bogotá ha sido bastión de la izquierda y centro izquierda. El Pacto Histórico pasó de tener 2,25 millones de votos a magros 560.000. Los bogotanos quieren que se gobierne, que se continúe con las obras del metro y que la ciudad avance, por lo que un candidato desteñido y asociado al Gobierno como Bolívar, sumado a la intervención del presidente, terminó catapultando a Galán. Se podría decir que la ciudad es ahora más de centro y centro derecha, interesada en su bienestar y en que se avance, sin tanta polarización y discusión bizantina. En Cali pasó algo similar, pues también hubo voto castigo, pero las raíces del problema son diferentes. La ciudad sufrió desgobierno y anarquía en 2021. El voto a favor de Eder se percibe como el deseo de pasar la página y retomar la senda del crecimiento económico y la seguridad. Eder, el empresario de una familia tradicional, es el mandado a unir a los caleños para dejar el mal gobierno, la polarización y el desasosiego que hundió a Cali en la desesperanza. El triunfo de Beltrán en Bucaramanga, un outsider de la política, es el resultado de la coherencia en sus posiciones en seguridad. Los santandereanos, fieles a su tradición, no quieren regalos, sino que los dejen trabajar. Así las cosas, el voto de opinión sigue mandando en las principales ciudades. Como le pasó al Gobierno Duque en 2019, ahora el Gobierno Petro tendrá a la oposición en las principales ciudades, por lo que se le cierran espacios políticos para lograr sus reformas. Respecto a las gobernaciones, ganan los políticos tradicionales, los de siempre, los que tienen a la política como profesión o sus escogidos. Al Gobierno, con estos resultados consecuencia del voto castigo, con una ciudadanía urbana en las principales ciudades que eligió alcaldes que no comulgan con ideas radicales, y en gran parte con políticos tradicionales en las gobernaciones y el legislativo, que entienden que la ciudadanía no abraza esas ideas, le llegó la hora de rectificar. El Gobierno debe desradicalizarse y concertar, para que las reformas se moderen, sean útiles y representen el verdadero querer de la ciudadanía.