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ANALISTAS 04/06/2024

Petro, un bombero pirómano

Juan Pablo Liévano Vegalara
Exsuperintendente de Sociedades

El Gobierno trabaja constante y decididamente en su estrategia de crear el caos. No es una estrategia sin propósito. Está diseñada para convocar a una asamblea constituyente y perpetuarse en el poder. Pretende crear artificialmente las mismas condiciones que en su momento fueron fundamentales para que la Corte Suprema permitiera la convocatoria por decreto en 1990.

Se trata de que exista una conexidad entre un decreto de emergencia y un decreto legislativo de convocatoria, teniendo como premisas la situación de perturbación del orden público, la incapacidad de las instituciones para resolver la perturbación, la necesidad del fortalecimiento institucional, el clamor popular y la validez de acudir al constituyente primario.

Para ello, el Gobierno vende la tesis, así ahora lo niegue, de la necesidad de una constituyente como el único camino para las transformaciones sociales y alcanzar la paz, lo cual es absolutamente falso. Igualmente, la situación de 1990 es diferente a la de 2024.

La perturbación del orden público es autoinfligida y no existe incapacidad para resolverla. Llegamos a ella por la renuncia del Gobierno al cumplimiento de sus deberes constitucionales de protección de la vida y bienes de los habitantes. Igualmente, no se trata de la incapacidad de las instituciones, sino de la desidia del propio Gobierno.

Por otro lado, no existe el clamor popular de 1990. Existe el intento de crear artificialmente un clamor popular a través de movilizaciones de funcionarios públicos, de indígenas y de otros grupos de interés que no representan al grueso de la ciudadanía. También hay un plan para tomarse las universidades y remedar el movimiento estudiantil de la séptima papeleta.

Petro nos recuerda al bombero pirómano que incendia la casa para volverse el salvador

Finalmente, la constitución de 1991 incluye la forma de acudir al constituyente primario, que no tenía la constitución de 1886. Además, la constituyente petrista por decreto, que es una vía de hecho como lo fue la de 1990, carece de toda legitimación, pues no cuenta con el apoyo que tuvo la de 1990, casi unánime, de los partidos, gremios, asociaciones civiles y las fuerzas vivas de la nación.

Pues bien, como esta hoja de ruta se torna difícil, ahora hay un plan B con voces de abogados, funcionarios y congresistas de pipiripao para justificar una convocatoria por decreto, y sin emergencia, con base en la supraconstitucionalidad del acuerdo de paz y las obligaciones adquiridas por el Estado.

Las fábulas y cuentos no pueden ser más rebuscados. Petro nos recuerda al bombero pirómano que incendia la casa con el objetivo de volverse el salvador extinguiendo el fuego. De todas formas, el pueblo colombiano no es ingenuo, por lo que no cree que una constituyente resuelva los problemas, y mucho menos que Petro sea el salvador, sino que empeoraría la situación y se perpetuaría en el poder. La debacle de Venezuela empezó con una constituyente chavista.

Para nuestra fortuna, Petro carece del carisma y disciplina de trabajo de Chávez y, sobre todo, de la paciencia para no revelar sus perversas intenciones dictatoriales antes de hacerse con el poder. Por todo lo anterior, además de ser una vía de hecho, no sería posible convocar a una constituyente por decreto, ni con las premisas fabricadas, ni con el acuerdo de paz con las Farc.

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