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El éxito profesional depende de muchos factores. Los expertos clasifican estos factores en habilidades técnicas y blandas. Las primeras, son aquellas específicas para una labor determinada y dependen de la educación, la formación, la capacitación y el entrenamiento. Las segundas se predican del sujeto y su personalidad.
Son habilidades que se expresan en la interacción profesional y social, como la comunicación, el carisma, el trabajo en equipo, la gestión de los conflictos, el manejo del estrés, el sentido común y la inteligencia emocional. Las habilidades técnicas no son nada, sino se apoyan en las habilidades blandas, de las cuales, sin duda, las más importantes son el sentido común y la inteligencia emocional. El sentido común es la capacidad de juzgar los acontecimientos de una forma práctica y razonable.
La inteligencia emocional no es más que percibir y entender nuestras emociones en cada situación, para poder reaccionar de una manera tolerante, asertiva y empática. Se trata del autocontrol racional de nuestras emociones y reacciones. En la antigüedad, el estoicismo, como escuela filosófica, entendió la importancia de la tolerancia y del dominio y control de las pasiones y emociones. Por ello, en toda actividad que emprendamos o posición que ocupemos, deben primar en nuestras actuaciones el sentido común y la inteligencia emocional. Todos los trabajadores, en cualquier empresa o entidad pública o privada, pero con mayor razón aquellos que detentan poder, como presidentes, gerentes o directores, deben actuar siempre con sentido común e inteligencia emocional.
Pongamos un ejemplo reciente de carencia de estos dos factores. Will Smith es un gran profesional, con todas las habilidades técnicas, que demostró carencia de sentido común y de inteligencia emocional con la bofetada que le propinó a Chris Rock. Claramente, Rock es un grosero y pesado personaje, carente de sentido del humor y empatía. No obstante, la reacción desbordada de Smith tuvo las siguientes consecuencias. Primero, arruinó su imagen pública de buena persona. Smith era considerado bonachón, justo y sencillo. Ahora es percibido como un sujeto inestable y colérico. Segundo, manda un pésimo mensaje justificando la conducta misógina del “macho protector”, que debe defender a su mujer a golpes, que debemos erradicar y superar. Tercero, minimiza la conducta impertinente, fastidiosa y grosera de Rock.
No hay nada más desagradable que los humoristas que se burlan de los defectos o enfermedades físicas y mentales de las personas. Este tipo de humor, no es humor. Cuarto, arruinó la mejor noche de su vida. Con lágrimas en los ojos, recibió el Oscar, no tanto por la emoción, sino por el pesar infinito que le dio darse cuenta de su desastrosa reacción, que además trató de justificar.
Finalmente, a parte de que debió renunciar a la Academia, se encuentra a la espera de otras posibles sanciones, como la pérdida del Oscar, e incluso la pérdida de oportunidades laborales y de negocios por el deterioro reputacional. Esperemos que todos hayamos aprendido de este incidente y que en todas las entidades públicas y privadas y en todas las conductas de nuestras vidas, salgan siempre a flote el sentido común y la inteligencia emocional.