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En medio de las afectaciones por las medidas de distanciamiento social y de la zozobra sobre los próximos meses, poco ayudan los anuncios orientados a generar titulares, especialmente cuando estos pasan por encima de las complejidades de la realidad y de los verdaderos intereses de la ciudadanía.
“¡Lo logramos!” dijeron unos, “bienvenidos a la nueva realidad”, dijeron otros, coincidiendo todos en enviar un mensaje con el que prácticamente se dio a entender que la terminación de las cuarentenas era equivalente a la desaparición del virus. Las aglomeraciones recientes en muchas calles y establecimientos muestran apenas algunas de las consecuencias.
La realidad, sin embargo, es muy distinta a la de los anuncios; con restricciones sobre el número de personas en circulación, proyecciones con dos o tres picos de contagio entre este año y el siguiente, y la experiencia de países como España que enfrentan una difícil situación por la forma en que crece la segunda ola de infecciones. Todo esto sumado a las dificultades económicas, donde aparecen las demandas de apertura de diferentes sectores, y otras actividades que podrían desarrollarse manteniendo adecuados protocolos de bioseguridad.
Es decir, una serie de detalles y matices que naufragan cuando las prioridades de unos y otros son los réditos políticos de hacer anuncios altisonantes que terminan contribuyendo a la confusión general.
Pero no se trata únicamente de lo relacionado con el virus. El escenario en la política electoral no es mejor. Desde campañas prematuras para la presidencia de 2022 circula un audio con el mensaje “la democracia se encuentra amenazada, … respetado oyente, es su libertad la que está amenazada … pellizquémonos para 2022”.
Otro anuncio grandilocuente para distorsionar la realidad y generar miedos infundados, como si las crisis de la democracia fueran resultado de una decisión judicial adversa y no de los múltiples factores que la ponen en riesgo: expectativas sociales insatisfechas, inadecuada separación de poderes, tendencias autoritarias y corrupción. O el daño que hace la falta de legitimidad de las instituciones - algo que mensajes como el del audio citado buscan ahondar. Pero esto poco importa cuando se trata de conseguir votos.
Ya habrá tiempo para evaluar los efectos sicológicos de las medidas de distanciamiento físico, de la sensación de exclusión y de estar al margen de discusiones relevantes; temas sobre los que se han pronunciado algunos expertos. Podremos entonces discutir sobre las respuestas cargadas de emociones y acerca de la manera como, durante estos meses, la esfera pública - hoy buena parte de ella en la virtualidad - ha sufrido los impactos del confinamiento.
Mientras tanto, bien haríamos en encaminar esfuerzos a moderar la pugnacidad del debate, algo en lo que mucho podrían ayudar nuestros líderes - aunque tristemente no parecieran tener mayor interés en hacerlo. En últimas, la realidad tiene más complejidades que aquellas que logran transmitir el titular alarmante, el tuit, el correo electrónico o el mensaje de texto irreverente y contestatario; es decir, los medios de los que más dependemos por estos días.
Una indeseable afectación de la pandemia sería que el distanciamiento nos hiciera olvidar los múltiples matices de la vida. Y esto es precisamente lo que estamos viviendo.