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Esta semana quedó evidenciada la negativa de algunos sectores del gobierno británico de llegar a un acuerdo sobre el Brexit que permita mantener vínculos estrechos con la Unión Europea. La renuncia de dos miembros del gabinete de Theresa May en menos de 24 horas no solo cierra la puerta a una salida de bajo impacto, sino que también debilita al gobierno.
Los costos en ventajas comerciales, inversión extranjera, oportunidades laborales, culturales, e incluso, en materia de convivencia pacífica -que buscan ahorrarse con el Brexit suave -, vuelven a aparecer en el panorama, siguiendo un libreto que es cada vez más familiar a nivel global.
Durante los últimos meses, las negociaciones del Brexit se han caracterizado por escasas reuniones entre los jefes de delegación, avances prácticamente nulos y un paso de los días con altos costos para el gobierno británico, ante la perspectiva de llegar a diciembre de este año sin un acuerdo.
Frente a este escenario, la presión ejercida por May para definir una posición que permitiera avanzar en la negociación aumentó y su gobierno llegó a una propuesta forzada, que incluía la creación de un área de libre comercio de bienes entre la Unión Europea y el Reino Unido en el marco de un reglamento común.
El acuerdo duró poco. Menos de 48 horas después de anunciado, se dio la renuncia de David Davis, jefe negociador por el lado británico, y pocas horas más tarde la de Boris Johnson, Secretario de Relaciones Exteriores, con lo que se desató una crisis en el gobierno.
Con estas movidas, el daño parece estar hecho. May cuenta con muy poca fuerza para sacar adelante el llamado “Brexit suave” -acceso al mercado europeo, capacidad de Reino Unido de firmar acuerdos comerciales de manera unilateral y libertad de movimiento de bienes, servicios, capital y personas.
Más aún, los esfuerzos por avanzar en esa dirección han sido condenados por Johnson y sus aliados políticos como una traición a la decisión popular de 2016.
Sin embargo, más que el interés de honrar los resultados del referendo, detrás de estas decisiones hay una lucha por el poder, en la que la negociación con la Unión Europea y la presión de May sobre sus ministros en la reunión del pasado viernes, terminaron por empoderar a los sectores más radicales. Dichos sectores se ven hoy atraídos por la posibilidad de llegar al poder e implementar un Brexit duro.
Los resultados de esta semana ponen a tambalear el gobierno de May ante la imposibilidad de obtener un apoyo amplio que le permita avanzar en la negociación. Igualmente, reducen el margen para un acuerdo con la Unión Europea que sea menos costoso para la población británica, mientras que ponen en riesgo los acuerdos de paz que permitieron terminar el conflicto en Irlanda del Norte, y cuyos detallados mecanismos de funcionamiento se ven en peligro en el contexto actual de Brexit.
Todos estos hechos son el resultado de una campaña política en la era de la posverdad, con manipulación de la información, fabricación de mentiras, engaños al electorado y un rechazo a buscar una salida negociada donde las diferentes voces sean tenidas en cuenta. Nada muy diferente a la agenda que avanza rápidamente a lo largo del mundo y de la que lamentablemente ya se han visto algunas consecuencias en nuestro contexto local.