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La desigual evolución de los procesos de vacunación a lo largo del mundo plantea escenarios divergentes a nivel económico, social e incluso político. Uno de los ámbitos donde los diagnósticos y pronósticos son cada vez más disímiles es el de los mercados laborales.
El más reciente informe de la Organización Internacional del Trabajo (OIT) muestra algunos de los efectos de la pandemia en materia laboral en regiones como América Latina y el Caribe. En esta parte del mundo, la crisis actual puso en evidencia los grandes déficits de trabajo decente que existían, situación agravada en 2020 por la pérdida de empleo para cerca de 26 millones de personas y una reducción de la tasa de ocupación del 10 %.
El escenario es aún más sombrío cuando se tiene en cuenta el número de horas trabajadas, ya que aquellos que mantuvieron sus empleos trabajaron en promedio menos horas (una contracción del 16% frente a 2019), con un consecuente deterioro en sus ingresos. Igualmente, se señalan las peores condiciones en el empleo de las mujeres, con una pérdida de empleos de 3 puntos porcentuales superior a la de los hombres, y una recuperación mucho más lenta.
El contraste de este escenario frente a aquel de los países más ricos es muy marcado, como lo muestran las expectativas sobre la evolución del empleo en las principales economías, de acuerdo con un análisis reciente de The Economist. Según el documento, los temores previos a la pandemia, como la automatización de tareas y la destrucción de empleos, han sido contrarrestados por la creación de nuevos trabajos y la preferencia de los consumidores de seguir siendo atendidos por personas y no por robots.
Adicionalmente, contrario a la realidad en otros contextos, las condiciones traídas por el covid han abierto numerosas posibilidades para el mejoramiento del empleo en las sociedades desarrolladas, como lo son mayores posibilidades de trabajo remoto, una creciente flexibilidad laboral y la cualificación en la comunicación entre jefes y empleados a la que ha obligado el distanciamiento físico.
Pero tal vez la variable más importante que permite ser optimista respecto a la evolución del empleo en tales países es el nuevo imaginario de las autoridades económicas - y entre ellas los bancos centrales - sobre su responsabilidad en contribuir a reducir el desempleo. Igualmente, su papel clave en el diseño de políticas públicas orientadas a generar condiciones de protección para trabajadores de industrias nuevas, robustecer el estado de bienestar y combatir la desigualdad.
Justamente, volviendo a la región, las recomendaciones de la OIT van hacia el diseño de políticas públicas que permitan incrementos en la productividad, acelerar la transición digital, mejorar las políticas laborales, así como prestar especial atención a las brechas de género.
Las trayectorias divergentes de unas y otras sociedades se pueden acelerar por el impacto desigual de la pandemia, con consecuencias devastadoras en los mercados laborales en este lado del mundo. Una mayor responsabilidad estatal frente a estos desafíos y la posibilidad de generar consensos en procesos de diálogo social que a su vez permitan una mayor legitimidad en las políticas adoptadas, son fundamentales para evitar que tal escenario se materialice.