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El mismo libreto se puso a prueba en varios escenarios y siempre funcionó: lo hizo en el fortalecimiento de la extrema derecha en Europa, en bloquear el acercamiento de Ucrania a la Unión Europea, en el Brexit y en las elecciones de Estados Unidos en 2016. No se trata solo de las mentiras que corrieron por las redes sociales y convencieron a millones, sino de la forma como se entiende la vida en el presente desde una perspectiva histórica: si se avanza hacia un mejor futuro, o si se gira en ciclos en torno a las mismas remembranzas del pasado.
Para Timothy Snyder de la Universidad de Yale, una forma de concebir el presente es como si este fuera parte de un proceso ascendente en el que el futuro siempre será mejor: más progreso, más libertad, más democracia. A esto lo llama la ‘política de la inevitabilidad’.
Una visión alternativa es pensar que algún momento pasado fue mejor, lo que hace necesario mantener a la sociedad en el mismo punto, recrear ficciones pretéritas y tratar de regresar a un tiempo idílico que nunca existió. Así, si el presente no es tan bueno como esa ficción pasada, es culpa de alguien más: un personaje, una religión o un grupo que debe pagar por ello. Snyder califica esta visión como la ‘política de la eternidad’; en ella no se puede aspirar a un mundo mejor, y como tampoco puede haber otro lugar donde las cosas funcionen mejor, es necesario distorsionar la realidad para poder vivir en ella.
Desde este punto de vista, nada es realmente verdadero, todo es subjetivo, todo es relativo; la situación de la democracia, el imperio de la ley, la capacidad del Estado, son meras opiniones. Y si las instituciones dependen de la percepción que hay sobre ellas, se avanza hacia un escenario con instituciones débiles, corruptibles, susceptibles a ataques en contra de los valores que las han llevado a su nivel actual.
La nostalgia por el pasado hace que se busque explotar las líneas que dividen a la gente y exacerbar sus enemistades; conjurar la amenaza que representa un enemigo irreal. Trabajar por un futuro mejor carece de sentido, lo importante es recrear las mismas disputas históricas para vivir en ese presente/pasado eterno. No es posible avanzar.
En ‘El Camino a la Ilibertad’, Snyder muestra el inicio de la ‘política de la eternidad’ en Rusia, con el ascenso y fortalecimiento de Vladimir Putin, y la posterior extensión de estas ideas por Europa y Estados Unidos. También muestra la amenaza de este fenómeno contra libertades por las que se ha luchado por décadas.
Colombia no ha sido ajena a esta dinámica, y esto no solo ocurrió con el triunfo del ‘No’ en el plebiscito de 2016, donde todas las tácticas de la ‘política de la eternidad’ se pusieron en marcha. Apenas el pasado 7 de agosto, el presidente del Senado inundaba con mentiras la Plaza de Bolívar y horas después, en la celebración de sus copartidarios, la Senadora Valencia afirmaba que el discurso era necesario porque “si no todo lo que está pasando nos lo van a achacar a nosotros”. No hablaba de progreso, sino de justificar resultados.
Como indica Snyder, en la ‘política de la eternidad’ no hay progreso; se busca revivir las disputas del pasado y justificar la imposibilidad de un mundo mejor a partir de la distorsión de los hechos. No sorprende entonces que hace pocos meses quien fuera candidato a la presidencia se refiriera a su mentor, nada menos, que como “el presidente eterno”.