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Es mucho lo que estará en juego en la Conferencia de las Naciones Unidas sobre el Cambio Climático (COP26), que se realizará en la ciudad de Glasgow a comienzos del próximo mes de noviembre. El balance previo, los anuncios recientes y las perspectivas frente a lo que pueda ocurrir ofrecen un escenario complejo, de muy delicado manejo para alcanzar las metas deseadas.
El objetivo central del encuentro es la tarea titánica de tener bajo control el cambio climático, lo cual implica ir más allá de los compromisos adquiridos en el Acuerdo de París de 2015 de mantener la temperatura global un máximo de 2 °C por encima de los niveles preindustriales e idealmente 1.5 °C. Entre los objetivos puntuales de la cumbre se encuentra poner fin a todo apoyo al carbón, principal contribuidor al calentamiento global provocado por los humanos.
Un primer elemento del escenario global frente al tema es aquel asociado a los desafíos que enfrenta el gobierno del Reino Unido como líder de esta conferencia. Si bien el país ha tenido avances significativos, como un acelerado proceso de descarbonificación, el compromiso de detener el apoyo del gobierno a la energía proveniente de combustibles fósiles y, tener como ley la meta de cero emisiones en el 2050; aún prevalecen importantes retos a nivel doméstico. No solo han sido insuficientes los avances en la adopción de tecnologías de calefacción sostenibles y sistemas de aislamiento térmico, sino que el gobierno de Boris Johnson aún no ha establecido objetivos claros a mediano plazo, lo que hace difícil delinear la ruta que permitirá alcanzar la meta de mitad de siglo. A esto habría que sumarle la presencia de un creciente movimiento ‘anti-verde’.
Como segundo elemento, se destacan los anuncios de China y Estados Unidos la semana pasada en el marco de la Asamblea General de las Naciones Unidas tras adquirir importantes compromisos frente al cambio climático. En el caso del primero, es positiva la decisión de suspender la financiación de centrales eléctricas internacionales a base de carbón, al igual que brindar un mayor apoyo a los países en desarrollo para la generación de energía verde; no obstante, no hay avances importantes respecto al uso de carbón a nivel doméstico, lo cual resulta -al menos- paradójico. En el segundo caso, fue bien recibido el anuncio del presidente Joe Biden de duplicar la contribución de su país a las finanzas globales destinadas a la lucha contra el cambio climático. Esta iniciativa, sin embargo, aún debe pasar por el Congreso.
Un tercer elemento lo pone sobre la mesa Antonio Guterres, Secretario General de las Naciones Unidas, al señalar la semana pasada que estamos a años luz de alcanzar las metas de reducción de emisiones, y que la rivalidad entre las superpotencias ha sido un obstáculo enorme para avanzar en la dirección deseada. Igualmente, señaló la necesidad de un mayor compromiso por parte de los países del G20, especialmente aquellos altamente dependientes del carbón, como India y China.
Así las cosas, los temas de coordinación de intereses, búsqueda de consensos y apertura para llegar a acuerdos estarán en la agenda durante las próximas semanas previas a la cumbre de Glasgow y, desde luego, en la conferencia misma. Cada vez resulta más evidente lo costoso de abandonar el multilateralismo en los años recientes y del manejo tan osado que muchos países han dado a la política doméstica e internacional.