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El crecimiento económico es un proceso de largo plazo y cuyos logros son producto de una serie de políticas económicas consistentes, que construyen sobre lo construido y que van orientadas a una mayor inclusión de los diferentes sectores de la población en las dinámicas productivas del país.
Incluso en los casos de sociedades que se han desarrollado rápidamente, tal proceso ha tomado al menos varias décadas en consolidarse. Si bien Santos inició su gobierno hablando de las locomotoras del crecimiento, tal vez su logro económico más importante fue construir los carriles para crecer.
El primero de estos carriles coincide con su política más importante: la paz. No solo se trató de parar la fábrica de víctimas en que se había convertido Colombia, sino también de empezar a incluir regiones y poblaciones en la economía formal del país. Si una de las claves del crecimiento está en el aprovechamiento de las economías de escala, poco contribuye a la economía desconocer las oportunidades que ofrecen regiones con todo el potencial para sumarse a las dinámicas económicas del país. Incluir en la economía del país cerca de cuatro millones de colombianos que viven en las zonas más golpeadas por el conflicto también es crear oportunidades para los empresarios.
El segundo carril es el de la revolución de la infraestructura. Desde 2011 y, especialmente con el avance de las Alianzas Público-Privadas, Colombia empezó una profunda transformación en su infraestructura; a mayo de 2017 el país ya contaba con 1.450 km de nuevas calzadas y 2.530 km de dobles calzadas, que deben redundar en mayores oportunidades de comercio intra, e inter, regional. Esto permitirá la reducción de costos logísticos, aspecto en el que Colombia es de los países más rezagados, con beneficios tanto para los campesinos que sacan sus productos a los mercados locales, como para quienes exportan a los grandes mercados internacionales.
El tercer carril es el de las instituciones. Sin las instituciones adecuadas, sin reglas claras, resulta imposible generar procesos de crecimiento y desarrollo que beneficien ampliamente a la sociedad.
Allí se destaca el establecimiento de la regla fiscal, con el margen de maniobra que se ha implementado, y que garantiza un sano manejo de las finanzas públicas. Se destaca también en este ámbito la entrada a la Ocde, con lo que se promueven prácticas deseables para un buen desempeño económico, que van desde un riguroso manejo macroeconómico, hasta esfuerzos por reducir la desigualdad, la informalidad o corregir los impactos indeseables sobre el medio ambiente. Y, por último, sobresalen los logros en materia de promoción de la competencia, con los cuales, durante los años de Santos, Colombia pasó de tener una autoridad de competencia débil y con escasos resultados, a tener una verdadera política de competencia; en este punto se dieron grandes sanciones a empresas que participaron en carteles, fijaron precios y terminaron afectando a los sectores menos favorecidos; escándalos como aquellos en el sector de pañales, cuadernos, papel higiénico, así como en materia de contratación pública, son prueba de los avances en esta materia.
Los carriles de la paz, la infraestructura y fortalecimiento institucional son esenciales para pensar en un diseño de política económica que traiga desarrollo. Ojalá el próximo gobierno decida transitar por esos carriles en lugar de desviarse por rutas con destinos menos atractivos.