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La discusión sobre si el gobierno actual cumple o no con la implementación del acuerdo de paz, aunque pertinente, aleja los reflectores de todo un universo de actores de quienes también depende la construcción de la paz en Colombia. Ellos y sus acciones son esenciales en una coyuntura como esta, marcada por conflictos entre diferentes grupos poblacionales, retos en materia de seguridad y toda suerte de dinámicas en los territorios, que se suman a las dificultades que ha encontrado el discurso vigente.
La información disponible no podría ser más divergente. Mientras que esta semana más de 500 organizaciones sociales acudieron al parlamento europeo a hablar del estancamiento y la falta de voluntad del gobierno de Iván Duque con la implementación del acuerdo, desde ese lado se defiende la gestión al respecto. Algunos, incluso, argumentan que se ha hecho más por la implementación en lo corrido del actual gobierno, que en los casi dos años luego de la firma del acuerdo, que tuvo el anterior. Difícilmente se logre llegar a un punto medio en esta discusión.
Más bien, de manera complementaria, valdría la pena revisar e impulsar las otras iniciativas de paz que existen en el país, lo que se retrotrae al planteamiento de la literatura especializada sobre los diferentes “tracks” - carriles - en la construcción de paz. Allí se habla de un primer carril de diplomacia oficial del gobierno, un segundo con liderazgos intermedios, y un tercero donde están los liderazgos de base. La forma como cada uno de ellos adelanta sus propias acciones y, desde luego, los posibles encadenamientos de los desarrollos de uno sobre los otros serán clave en la puesta en marcha y consolidación de las iniciativas que requiere la construcción de paz.
Sin querer caer en un ingenuo optimismo, el duro debate sobre la narrativa correcta de la implementación de los acuerdos debe servir de oportunidad para recordar la importancia y potencial de las múltiples otras iniciativas. El país ya tiene avances en esta materia, como son los diálogos interétnicos de comunidades enfrentadas históricamente, acercamientos entre militares y grupos indígenas o empresas que logran acuerdos de cooperación con poblaciones que viven en sus zonas de influencia, entre muchos otros. No es azar que, durante el proceso de conversaciones de La Habana, muchas comunidades y organizaciones, con razón, afirmaran que su trabajo por décadas fue construir paz en medio del conflicto.
Aún falta mucho, desde luego. El primer carril sigue absorbiendo buena parte de la atención y, más que eso, de las esperanzas de muchos colombianos. Como si acaso el éxito en esta discusión fuera a ser únicamente el resultado de unos esfuerzos al nivel más alto, sin el acompañamiento de una serie de iniciativas complementarias desde los niveles de liderazgo medio y de base.
Allí es mucho lo que pueden hacer las organizaciones sociales, la empresa privada, la academia y múltiples otros estamentos de una sociedad que, al margen del conflicto armado, aún tienen un largo camino que recorrer en la solución pacífica de sus otros conflictos.
Finalmente, como tanto se ha dicho durante los últimos años, la paz se construye desde los diferentes espacios de la sociedad y no solo desde una mesa de conversaciones. De eso, justamente, se trata la paz territorial que tanta acogida ha tenido y que sigue siendo tan necesaria en el país.