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La respuesta positiva al presidente ucraniano, Volodímir Zelenski, sobre la suspensión de compras de petróleo ruso por parte de Estados Unidos y la aproximación al gobierno de Venezuela que esta produjo, representa un giro drástico para política latinoamericana. Como corolario, deja una lección a Colombia sobre política internacional: priorizar el interés nacional y no quemar los puentes.
Para Joe Biden, la decisión atiende elementos centrales del interés de su país: atender la crisis en Ucrania, continuar los esfuerzos de reactivación económica y mitigar el alza del precio del petróleo. De ahí la iniciativa de conversar con el gobierno de Nicolás Maduro, a partir de una agenda que incluye el abastecimiento de petróleo para sustituir las compras a Rusia, la liberación de ciudadanos estadounidenses presos en Venezuela y la posible reapertura de la mesa de negociación con la oposición venezolana.
Contrasta esto con la postura del gobierno de Iván Duque hace tres años de sumarse a una arremetida contra el gobierno del país vecino, dejando de lado los intereses de los colombianos.
Si se hubiera priorizado el interés nacional, se habría entendido que el país enfrentaba un riesgo de seguridad por la presencia de diferentes grupos armados en la frontera, y que graduar de enemigo al vecino solo serviría para que estos hicieran de las suyas en el territorio nacional y salieran a refugiarse allí, tal como ocurrió. Hoy los problemas de seguridad del país son mayores que en ese momento.
De igual manera, priorizar el interés nacional habría mostrado que era esencial avanzar con la implementación del acuerdo de paz, el cual Venezuela había ayudado a impulsar. En lugar de esto, se priorizaron todo tipo de talanqueras al acuerdo, con las cuales, a pocos meses del final del gobierno, es prácticamente nulo lo que este puede mostrar en materia de construcción de paz. Asimismo, si se hubiera pensado en el interés nacional, se habría comprendido que atizar la situación en Venezuela, en lugar de contribuir con una diplomacia discreta a la solución de la crisis, solo se traduciría en un mayor éxodo de migrantes, dando lugar a todo tipo de sentimientos en la población.
Y si lo que justificaba tales decisiones era quedar bien con Estados Unidos, ¿qué mejor que mostrar que la cooperación binacional de tantos años se traduciría en un país estable, con menor cantidad de cultivos ilícitos y propicio para la inversión extranjera?
Pero nada de esto importó. Para el gobierno era más atractivo jugar al hincha apasionado contra Maduro, olvidar el interés nacional y quemar los puentes con quienes - sin tener que cohonestar con sus valores y visiones - se podrían haber acordado salidas a temas prioritarios de nuestra agenda. Esos mismos puentes para el diálogo y el beneficio mutuo se intentan hoy reconstruir por parte de Estados Unidos, el otro actor del llamado cerco diplomático del que, paradójicamente, Colombia terminó siendo preso. La consigna no puede ser quemar los puentes con la oposición, ciudadanía, cortes y países vecinos, como lo hizo desde temprano este gobierno, dejando un saldo en rojo en frentes como la seguridad, la paz, la economía y las relaciones internacionales. El interés nacional, y no otro, debería guiar la forma de hacer política, algo que ojalá tengan claro nuestros futuros mandatarios.