MI SELECCIÓN DE NOTICIAS
Noticias personalizadas, de acuerdo a sus temas de interés
La discusión reciente sobre hasta qué punto los diferentes gobiernos deben involucrarse en la decisión de la gente de vacunarse - o no - vuelve a poner sobre la mesa la controversia más amplia acerca del papel regulador del Estado. El libro ‘Inteligencia Regulatoria: Algunas Herramientas para Diseñar y Analizar Regulación’ del profesor Julián López Murcia (Legis, en imprenta) señala la importancia de desarrollar mejores sistemas regulatorios y ofrece algunos elementos para hacerlo.
El enfoque clásico de la regulación está asociado a aquello que los economistas entendemos como corregir fallas de mercado; a saber, intervenciones estatales en los mercados cuando estos producen resultados que se consideran indeseables desde cierta perspectiva social. Otra forma de decirlo es la famosa frase ‘tanto mercado como sea posible, tanto Estado como sea necesario’. Un ejemplo típico es la fábrica que contamina los predios vecinos, donde los costos privados son pagados por múltiples actores que no tienen un beneficio directo de ellos.
Sin embargo, esto deja por fuera una aproximación más amplia que caracteriza la regulación actual. Siguiendo el trabajo de Tony Prosser, el texto destaca cuatro racionalidades regulatorias: 1. derechos humanos, 2. solidaridad social, 3. participación y deliberación, y 4. eficiencia y elección del consumidor.
A la luz de escenarios como el cumplimiento de los Objetivos de Desarrollo Sostenible (ODS), y temas específicos de ellos como los esfuerzos contra el cambio climático o la violencia de género y el consumo de estupefacientes, cobra relevancia dar mejores herramientas a los Estados para cumplir con sus responsabilidades regulatorias y ser evaluados en esta materia.
Para ello, el libro recopila una serie de herramientas existentes en la literatura. Entre estas se destacan las “areneras regulatorias” o espacios orientados a probar esquemas de regulación que se alejan de la normativa vigente, facilitan la comunicación entre agentes y permiten evaluar el cumplimiento de los objetivos de política pública.
Igualmente, se destacan los famosos “empujones”, popularizados por Cass Sunstein y Richard Thaler, con los que se interviene para que las personas - de manera autónoma - adopten una decisión particular que el regulador considera idónea. Este llamado paternalismo libertario ha sido uno de los enfoques más utilizados recientemente para inducir comportamientos de la ciudadanía.
El otro lado de la ecuación es aquel que se relaciona con el ente regulador, por ejemplo, en cuanto al cumplimiento de su mandato, los mecanismos de rendición de cuentas a los que acude, al igual que su experticia y la eficiencia con que actúa. Con tal objetivo en mente, así como para ayudar a que el proceso de la regulación sea más empático y que esté en capacidad de anticipar posibles fallas en su implementación, el autor recurre al uso de herramientas y metodologías propias del diseño, y al trabajo sobre evaluación de prototipos regulatorios.
Ante desafíos sociales cada vez mayores, y múltiples problemas de acción colectiva, el instrumental regulatorio con que cuentan los Estados será esencial para incidir hacia la consecución de resultados favorables. El libro de López - a la vez sencillo y profundo- ofrece un instrumental interdisciplinario valioso para aproximarse mejor a estas discusiones.