ANALISTAS 03/04/2025

Retomar el rumbo

En otros artículos que he realizado inspirado en los profesores Edward Glaeser, estadounidense reconocido por sus trabajos en economía urbana y Jesús López, español reconocido por sus modelos sobre la nueva geografía económica, he comprendido el poder de las ciudades.

En mi entender y para el caso colombiano (no muy distinto al de otras economías) considerando la geografía económica; el concepto del poder de las ciudades supera los límites geográficos, entre otras cosas por los fenómenos de conurbación con otros territorios desde la dinámica inmobiliaria formal e informal, el nivel de actividad económica, la concentración de la población, la institucionalidad, las oportunidades de educación y empleo.

Este fenómeno de conurbación genera retos que superan la planeación local y, por tanto, requieren en muchos casos formalizarse mediante la constitución de áreas metropolitas o la aplicación de otras figuras que favorezcan coordinar y planificar el desarrollo urbano y regional.

Las áreas metropolitanas en Colombia tienen un régimen establecido mediante la Ley 1625 de 2013. Entendiendo los retos que enfrenta el desarrollo regional y la nueva geografía económica, en esta ley se establecieron una serie de funciones como programar y coordinar el desarrollo armónico, integrado y sustentable de los municipios que la conforman, racionalizar la prestación de servicios públicos, planificar y ejecutar obras de infraestructura, promover el desarrollo económico y social de la región, gestionar y coordinar el ordenamiento territorial de los municipios integrantes, fomentar la protección del medio ambiente y la sostenibilidad y coordinar políticas de movilidad y transporte para mejorar la conectividad entre los municipios.

A la figura anteriormente mencionada se suma otra que nació con la Ley 388 de 1997 y se adicionó en la Ley 614 del 2000 como lo es el caso del Comité de Integración Territorial, CIT. Este se creó en 2015 amparado en la mencionada ley para coordinar y planificar el desarrollo territorial de manera conjunta entre Bogotá y cerca de 26 municipios aledaños.

Resaltan otras funciones como la presentación de la visión estratégica de desarrollo futuro del área de influencia territorial, la coordinación en temas de cambio climático y sostenibilidad, la recuperación y no contaminación del río Bogotá, la planificación de la calidad del aire, atención de desafíos comunes y aprovechamiento de oportunidades de desarrollo económico, social y ambiental.

Desde una mirada integral, la importancia de las ocho áreas metropolitanas (Valle de Aburrá, Barranquilla, Bucaramanga, Cúcuta, Centro Occidente en Risaralda, Valledupar, Centro Sur de Caldas y Suroccidente de Colombia en el Valle del Cauca) y el CIT no se discute. En la figura de área metropolitana están agrupados cerca de 41 municipios y en CIT alrededor de 27. Considerando solo dos variables estas 68 entidades territoriales concentran poco más de 53% del Producto Interno Bruto - PIB del país y cerca del 50% de la población total de Colombia.

Pese a la importancia estratégica de las figuras mencionadas y de la relevancia que tiene el discutir las problemáticas y aprovechar las oportunidades que superan los límites geográficos no se puede desconocer que algunas áreas metropolitanas han perdido su rol protagónico no desde su participación en el PIB o concentración de la población, pues estas ya lograron una cadencia natural que permitirá que sigan siendo trascendentales para las variables ya mencionadas.

Sin duda, su rol protagónico en problemáticas como las ambientales, movilidad y transporte, servicios públicos y la ejecución de la agenda de desarrollo que permita llegar a ese horizonte de futuro está en duda. Bien vale la pena realizar un alto en el camino e intentar realizarse preguntas, aunque incomodas, necesarias para la integración territorial.

Unos posibles interrogantes pueden ser: ¿Se ha privilegiado la política sobre la tecnocracia? ¿A qué obedece que hay municipios y otros actores que no ven con buenos ojos esta figura y establecen resistencia para nuevas conformaciones e integraciones? ¿Cómo superar desde el gobierno corporativo de las áreas metropolitanas, que sea el gobernante de la entidad territorial que más presupuesto aporta el que concentre la estructura de gobierno y las apuestas del territorio? ¿Han perdido el rumbo aquellas áreas metropolitanas que están renunciando a su liderazgo entregando la contratación? Estos son solo algunos interrogantes de los muchos que se pueden plantear y en especial contestar.

Finalmente, estoy convencido de los retos que tienen territorios emergentes como motor de desarrollo para la economía y oportunidades para la gente. Estos retos requieren establecer cruzadas por el cuidado del agua, la oferta de servicios públicos de calidad, la infraestructura vial para la competitividad, la calidad del aire, la movilidad sostenible, el cierre de brechas y el surgimiento de grandes proyectos que transformen la realidad económica y social de los territorios. Lo cierto es que hoy la gerencia pública debe repensarse en términos de liderazgo en favor de concentrarse en la misionalidad para la cual fueron creadas estas figuras.