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En medio de tanta inconformidad política, los debates con amigos, colegas y familiares terminan concluyendo que lo que se necesita en Colombia es más educación. La educación suele ser la salvación, el punto de convergencia y la propuesta con mayor aceptación. Y, aunque este consenso es, sin duda, un gran avance histórico, si pasamos a preguntarnos: educación de dónde (recursos) y para qué (fin superior), surgen reflexiones fundamentales sobre la importancia de la empresa privada y la libertad económica para hacerlo realidad.
Para empezar, este consenso es producto de una construcción histórica. Somos hijos de los tratados y teorías del siglo XX que desde diferentes perspectivas -liberales, marxistas, o humanistas- coinciden en que la educación es un determinante para el desarrollo. Pero, ¿De dónde provienen los recursos para financiar la educación? Vale la pena mencionar que el Sistema de Educación público se financia en su gran mayoría con recursos de la Nación, y que estos provienen alrededor de un 80% de la tributación de la empresa privada. Cuando estos aportes son a través de obras por impuestos, hacen mucho más eficiente la prestación del servicio.
Un ejemplo reciente de este mecanismo son los $30.963 millones de pesos que aportaron Celsia, Argos, Noel, Suramericana, Novaventa y Setas para mejorar la infraestructura educativa de 1.358 instituciones que beneficiaron a más 90.0000 estudiantes. Pero, además de los aportes por tributación, la responsabilidad social de las empresas juega un papel fundamental en el cumplimiento de cobertura y calidad educativa. Cómo no resaltar la gestión de la Fundación de Empresarios por la Educación donde más de 30 empresas invierten recursos para promover iniciativas innovadoras educativas en el país; o las donaciones y el acompañamiento que han hecho empresas del sector TIC durante la pandemia donaron para que las regiones más apartadas del país tuvieran acceso a conectividad.
Ahora, si el fin de la educación es el desarrollo integral de la persona y de la sociedad, la relevancia de la libertad económica es innegable. Un sector privado consolidado permite que los individuos escojan cómo conectar sus propósitos y talentos en un mercado laboral. Esa “elección” es una utopía en países donde los sistemas de producción, conocimiento e información están controlados por el Estado y entonces los jóvenes luego de culminar su proceso educativo, están de cierta forma “condenados” a ser burócratas. The Heritage Foundation concluyó, luego de comparar los resultados entre los indicadores de educación, ingresos, felicidad y libertad económica de 145 países, que una regulación procompetitiva de los mercados laborales, fomenta la importancia que la sociedad le otorga a la educación al permitirle a los individuos acceder a las profesiones en las que sus rendimientos educativos son más elevados.
En conclusión, si queremos una educación de calidad, que además logre conectar el potencial de cada joven con lo que elija ser, necesitamos libertad económica y un sector empresarial fuerte que nos permita financiarlo y ofrezca la posibilidad de elección para que los niños y jóvenes colombianos puedan cada vez más, construir sus futuros siendo lo que quieran ser.