Analistas 21/04/2025

De las secretarias y personas de a pie en el Gobierno del cambio

Laura Sarabia
Canciller
LAURA-SARABIA

Por la historia que he leído, por lo vivido hasta hoy, estamos en un mundo inédito: en las formas de gobernar, en la comunicación política, en los símbolos. Lo que antes era impensable, hoy no lo es. Las razones son muchas, y no hablaré de ellas; ya me las recordarán en redes sociales con todos los tonos y apelativos posibles. Y sí, en algunas aceptaré, sin arrogancia, mi cuota de responsabilidad. Pero hoy hablaré de un legado y de un homenaje.

Antonio Caballero (q.p.e.d) decía en su libro ‘Historia de Colombia y sus oligarquías’ que el país ha vivido entre dos mundos: el de los de arriba y el de los de abajo (parafraseo). Y creo que eso tiene mucho de verdad.

Con el Gobierno del presidente Gustavo Petro, esa frontera se rompió. Detonó al establecimiento. Secretarias, trabajadores modestos, sindicalistas, activistas, clases populares: llegamos al Gobierno. Hemos gobernado. ¿Nos hemos equivocamos? Seguro que a veces sí. ¿Hemos acertado? Seguramente, otras veces también. Pero más que el juicio del presente o del escándalo inmediato, será la historia -con la distancia de los años- la que evalúe a cada uno de nosotros. Este cambio tenía que ocurrir. Era necesario sacudir la inercia de una clase que, desde su círculo de privilegios, había regido por décadas la sociedad. Y lo digo sin resentimiento: he conocido a muchos de ellos y he aprendido a respetarlos, a reconocerlos en su dimensión humana.

Algunos de nosotros no renegamos de nuestro origen popular. No nos avergüenza la universidad en la que estudiamos con esfuerzo, ni los multifamiliares de donde venimos. Mucho menos nos avergüenza haber sido secretarias y personas de a pie. Tampoco nos preocupa cumplir con estándares estéticos. Las personas del común -sin cirugías, sin bisturí, sin “retoques”- nos vestimos con lo que podemos, no con lo que dicta la pasarela. Nuestros cuerpos no son vitrinas: son cuerpos que han trabajado, luchado, y caminado la vida como ha tocado. Y si a alguien le incomodan los brazos anchos, las piernas reales o las telas sencillas, ese es un problema de su mirada, no de nuestra dignidad. Rompimos barreras. También las de género. Un hombre que sale de frente es un hombre de carácter. Una mujer que lo hace es una histérica.

Esa es la vara torcida con la que todavía se nos mide. Pues bien: que quede claro que mi juego no es desafiar detrás de otros, esconderme tras velos, ni instrumentalizar personas o fabricar falsos testigos. Salgo de frente. Doy la cara. Lo hago con claridad, con determinación y con respeto absoluto a la institucionalidad, principio que para mí no es negociable. Nadie podrá decir que no. Participo del debate público, sí, y si me toca defenderme, lo hago. Pero todo lo que afirmo lo pongo en conocimiento de las autoridades competentes, a quienes reconozco su autoridad y legitimidad. Ser mujer, ser joven y haber sido para algunos una secretaria no me retrae. Me define. Y me enorgullece.

En mi caso, aprovecho esta circunstancia para rendir homenaje a todas las secretarias, que han sido -que somos- fundamentales en la vida de este país. Hemos trabajado en silencio, con discreción, muchas veces en la invisibilidad. Nos hemos ocupado de lo privado y lo íntimo, hemos conocido caprichos, emociones, miedos y rencores. Ejecutamos órdenes, incluso cuando nos parecen absurdas, con lealtad, paciencia y una forma de afecto que a veces incluye frustración. Estamos pendientes de los detalles, porque sabemos que los detalles importan. Pensamos en quienes lideran como jefes, pero también como seres humanos: con inseguridades, con dolores. Y tratamos de aliviarlos.

Por eso, más allá de cualquier provocación o episodio grotesco -que tendrá que ser esclarecido por las autoridades-, escribo esto como un homenaje. A las secretarias. A su trabajo. A su dignidad. Porque ese no es un título peyorativo ni una forma de disminuir a nadie.

Y menos en el Gobierno del cambio. Un gobierno de las clases populares. Con un par de excepciones, claro está.