Analistas 18/03/2025

La hoja de coca no es cocaína

Laura Sarabia
Canciller
LAURA SARABIA

Parece una cuestión lógica. Igual que las uvas no son vino, los hongos no son LSD, o la papa no es vodka, la hoja de coca no es igual a la cocaína.

Aún así, el sistema internacional de fiscalización de estupefacientes se basa en esta asociación, que no ha hecho más que estigmatizar al campesinado y deforestar y contaminar bosques, ríos y selvas con químicos que matan la biodiversidad.

El fracaso del actual modelo es notable. Lo que han llamado “guerra contra las drogas” no ha logrado en 70 años ninguno de sus dos propósitos fundamentales: ni ha disminuido el consumo ni ha frenado la producción. Y en este proceso, Colombia ha entrado en un ciclo de violencia cuya gasolina más fuerte es precisamente el narcotráfico y los capos de las drogas.

Esa es la razón por la que Colombia levantó la mano en Comisión de Estupefacientes de Viena y propuso cambiar el rumbo. El primer paso es reconocer que la hoja de coca en su estado natural no es nociva para la salud. La Organización Mundial de Salud entregará en octubre un estudio que esperamos que, con datos y evidencia, deje de una vez por todas claro esto que las comunidades indígenas han sabido por siglos.

La hoja de coca tiene usos ancestrales. Es utilizada como medicina para curar enfermedades, y está demostrado que es útil para controlar el “mal de altura”. Algunas comunidades andinas incluso veneran esta planta por sus beneficios para la salud.

La hoja de coca también tiene un gran potencial industrial. Es un fertilizante natural para la agricultura, se puede usar como fuente para bioenergía, y tiene usos variados para el consumo humano, que se pueden transformar en productos como energizantes y jabones.

A punta de mentiras y desinformación, algunos han intentado hacerle creer a la población colombiana que la propuesta significa legalizar la cocaína o dar un espaldarazo al narcotráfico. Lo que buscamos no es otra cosa que encontrarle nuevos usos a esta planta.

Como aseguré en Viena, la única forma de sacarle la mata de las manos a los narcotraficantes es encontrar productos lícitos que usen todo su potencial y le den alternativas a los campesinos que la cultivan. En zonas como Catatumbo o el Cañón del Micay, aquello que hoy alimenta la violencia puede transformarse en una herramienta para vivir en paz.