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Los colombianos tendemos a castigar al exitoso. Nuestro ADN católico nos hace percibir como malo y perverso al que le va bien, al que tiene plata, al bonito, y en los negocios pues a la empresa que le va bien.
Miremos a Claro que otra vez lo declararon operador dominante por petición de sus competidores. Miren cómo critican a Rappi por explotador y cómo la alcaldesa de Bogotá hasta se inventó un impuesto en plena pandemia para castigar a las empresas que les había ido bien (osea Rappi).
Pasa en las cadenas de Whatsapp, la imagen aquella con el Piolín empoderado, que reza que si tienes un amigo con un pequeño negocio tienes que apoyarlo en vez de comprar en las grandes tiendas. Y por supuesto, ni más faltaba que así debe ser. Pero es ahí donde aparece una paradoja. ¿Qué pasa cuando a ese pequeño empresario le empieza a ir bien gracias a que hace un buen trabajo que satisface las necesidades de sus clientes? Empiezan a verlo con ojos de desconfianza, de que algo raro hizo para que le fuera bien, desde un pacto con el diablo hasta lavado de dinero. Se volvió víctima de su éxito y entonces ya su esfuerzo pierde valor porque le está yendo bien. Ya no nos gusta, nos gustaba cuando le iba mal y era chiquito.
Pasa también con los grandes. ¿A quién se le ocurre pedirle al regulador que intervenga un mercado en competencia como el de la telefonía móvil? Los colombianos tenemos hoy 12 operadores y todavía algunos dicen que Claro es un monopolio que abusa de su posición. Cada día nos podemos mover de operador si encontramos una mejor oferta. Solo el año pasado hubo más de 3,5 millones de líneas que hicieron portabilidad numérica y Claro ha sido desde 2010 el que más ha recibido usuarios portados.
A Claro le ha ido bien porque la gente ha preferido estar allí. Nadie les impide irse. La Comisión de Regulación de Comunicaciones, CRC, está analizando qué medidas tomará después de declarar operador dominante a Claro. El problema es que se está castigando al exitoso. Si hay una asimetría en la repartición de la torta, no es por una falla en el mercado. Es como cuando hablan de que la riqueza se debe redistribuir porque la torta es desigual y hay muy pocos con mucho. ¡No! No podemos seguir despreciando al exitoso pensando que a mi me va mal porque a él le va bien. ¡No! Si Claro es la empresa extranjera que más ha invertido en el país y la que han elegido por lo menos la mitad de los usuarios móviles ¿por qué castigar su éxito? Hace 12 años tuvo hasta 65% de mercado, hoy en promedio 50%, así que sí ha perdido clientes frente a sus competidores.
¡Así es el mercado en competencia! Castigar el éxito desincentiva a las empresas a invertir y a las personas a avanzar. ¿Para qué invertir si me van a castigar porque a mis competidores no les ha ido igual de bien? En vez de morirnos de envidia de por el éxito del vecino, veamos cuáles son sus aciertos ¿Serán las tarifas, la cobertura, la señal? ¿Será que tiene un servicio al cliente en el que sí responden y solucionan problemas? Ojo, porque ahí puede estar la clave del éxito...