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Lo más preocupante de las noticias falsas o fake news, es que muchas veces quienes las comparten, saben que no son ciertas, pero las aceptan porque es lo que en últimas quisieran escuchar.
Esta campaña electoral ha estado inundada de acusaciones falsas de un bando al otro: fotos y videos alterados, memes mal hechos con información sin fundamento, exageraciones… mentiras y más mentiras. Estos contenidos se propagan de manera viral más rápidamente que las noticias reales, causando un daño irreparable en la opinión pública.
Este fenómeno tiene tres vertientes: la primera, que evidentemente los medios hemos perdido credibilidad, así que los usuarios justifican el compartir información sin verificar porque según ellos, los medios publican a su acomodo y conveniencia lo que quieren según sus intereses económicos y políticos.
Leyendo lo que publica la gente en redes sociales y debatiendo con algunos usuarios, es fácil darse cuenta de que se cree que los medios mienten sistemáticamente. Es como si los periodistas no tuviéramos criterio o libertad de publicar y como si los dueños de los medios nos dictaran al oído letra por letra y coma por coma en nuestros textos, según lo que más les conviene. Y no.
Créame querido usuario que no es así. Lo inexplicable es cómo aseguran que todos los medios mienten, pero sí le dan crédito a cualquier meme o montaje barato con mala ortografía que circula en la red. Si se trata de cuestionar, por lo menos se debería aplicar la misma malicia o la misma duda a todo, no solo a los medios ¿no?
La segunda, es que el usuario se siente poderoso al compartir información que le puede servir a otros, pero que además ponga a temblar a las instituciones y haga quedar mal al contrincante. Y si se le suma burla o humor, se siente aún más poderoso.
La tercera y más preocupante, es que no importa qué tan falsa pueda ser una información siempre y cuando se ajuste a lo que yo quiero escuchar o leer. Y ese es el mayor acierto de las fake news, que están diciendo lo que la gente quisiera que dijeran los medios por absurdo que sea. Los mitos populares y las grandes mentiras no tienen cabida en un medio serio, pero han encontrado el mejor escenario en los montajes de fotos y videos que inundan las redes.
He hecho el ejercicio de cuestionar a cientos de personas que comparten esa información y descaradamente dicen: “sí, puede que este mensaje no sea cierto, pero ese candidato sí es capaz de hacer eso”, o “ellos también mienten, así que yo también tengo derecho”, o “yo sé que es falso, pero como puede ocurrir, lo comparto”. Y así con cero grado de responsabilidad se comparte información falsa que no se cuestiona, simplemente llega a más y más público creando un daño irreparable.
Con las redes sociales, desapareció el filtro que tenían los medios y la exclusividad de difundir información. La democratización es sana, pero hay que cuestionar todo lo que se recibe, no dejarse llevar solo porque un mensaje refleje lo que quisiéramos que pasara.