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Estando a cinco años de la tercera década del tercer milenio, ¿será que se acerca el final de la globalización? ¿será que esa interdependencia global que creció rápidamente entre 1990 y 2008 está en retroceso?
El economista de Harvard, Dani Rodrik, quien ha argumentado durante años que la globalización desmedida tiene sus limitaciones (“The Globalization Paradox”), sostiene que no es posible tener simultáneamente democracia, soberanía nacional y globalización económica completa. Rodrik afirma que a medida que las tensiones entre estos tres factores aumentan, los países tienden a dar prioridad a sus intereses nacionales sobre la integración global.
Y es que el retroceso de la globalización ha sido uno de los temas más discutidos en la última década. Una década marcada por cambios económicos y políticos que reflejan una tendencia hacia la fragmentación económica. Un ejemplo de esto es el fracaso en alcanzar una firma universal del Tratado Integral y Progresista de Asociación Transpacífico (Cptpp). Este tratado, concebido inicialmente como el TPP, tenía como objetivo unir a varias economías de Asia, América y Oceanía en un acuerdo de libre comercio, pero su camino ha estado plagado de obstáculos, especialmente desde que Estados Unidos decidió retirarse en 2017 bajo la administración Trump.
La salida de Estados Unidos (cabe anotar que varios países siguieron adelante con el acuerdo, renombrándolo Cptpp), no sólo debilitó el tratado, sino que también marcó un giro importante hacia una política económica más proteccionista por parte de este país. Reflejando la creciente resistencia contra la globalización y la preferencia por acuerdos bilaterales en lugar de multilaterales. Este fenómeno también se ha visto acelerado por otros factores, como la pandemia de covid-19 y la guerra entre Rusia y Ucrania, que siguen generando tensiones en las cadenas de suministro globales y aumentado la presión para reubicar la producción a nivel local o regional.
La tendencia de “relocalizar” o “nearshoring” la producción, es decir, de trasladar la manufactura de vuelta a los países de origen o a países cercanos, ha ganado impulso, particularmente en industrias como la farmacéutica, la tecnología y la defensa.
La desglobalización parcial que está impulsando a muchas economías a adoptar políticas de autosuficiencia, se traduce en más producción nacional, como el impulso de Estados Unidos a través de las disposiciones de “Buy American”, o el objetivo de la Unión Europea de reducir su dependencia de los recursos energéticos de Rusia y de alcanzar la neutralidad climática para 2050.
El plan “Buy American” de Biden-Harris busca fortalecer la producción nacional, asegurar cadenas de suministro, crear empleos en manufactura y promover tecnologías limpias, reduciendo la necesidad de productos extranjeros (como semiconductores, productos médicos y materiales estratégicos).
Aunque la globalización no ha desaparecido, se está ajustando a nuevas realidades geopolíticas y económicas, donde la seguridad y la autosuficiencia parecen primar sobre la integración económica global. Este cambio está dando lugar a un nuevo orden mundial más fragmentado, pero también con potencial para la innovación y la resiliencia en sectores estratégicos como el sector de la tecnología y el energético, entre otros.