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Maya Angelou dijo: “el coraje es la más importante de las virtudes porque sin coraje, no puedes practicar ninguna otra virtud consistentemente.”
Una casualidad del destino me llevó a entrevistar a Victoria Amelina, escritora ucraniana convertida en reportera de guerra. En la entrevista, que fue publicada en enero de este año, habló de su obra, de sus reconocimientos y de su pueblo, Ucrania. De esa entrevista nació una amistad que me permitió ser testigo de su valentía, de su impetuosa decisión por luchar hasta al final.
Al saber de su muerte, resultó gravemente herida en el bombardeo de Kramatorsk (que dejó una decena de muertos y 60 heridos), oigo la grabación de su entrevista y recorro los múltiples mensajes que intercambiamos desde que nos conocimos en Cartagena. Sus palabras eran pausadas, pensadas, reflejaban el amor por su patria y su compromiso por defenderla del ataque de un gigante.
Victoria dejó de lado su vida personal, envió a su hijo de 11 años a vivir a Polonia con su tía y con su madre, y se dedicó a mostrar los horrores de la guerra, a pedir armas para defenderse, a viajar para denunciar las atrocidades cometidas contra quienes no tienen voz para hacerlo, y fue así como murió. Viajó a Kramatorsk a última hora a encontrarse con periodistas y escritores colombianos y contarles los últimos acontecimientos. Poco importó que en pocas semanas debía de partir a París con su hijo, pues acababa de ganar una beca para pasar un año en esa ciudad, y seguir escribiendo y denunciando la guerra desde ahí.
En estos pocos meses de amistad que nos regaló la vida, esta heroína de 37 años me impactó por su coraje, esa fuerza que la movió a luchar por su pueblo dejando de lado sus miedos. Victoria sabía que podía morir, pero optó por defender a Ucrania. Ella eligió hacer visible un país que aunque “cubierto en sangre” desde 2014 seguía siendo un “blind spot” en el continente Europeo, como me lo recordó en nuestra entrevista. Luchó por hacer visible la riqueza de su cultura y la destrucción que la invasión rusa estaba dejando a su paso.
Recuerdo sus palabras hablando del rol de las mujeres en Ucrania, Victoria me enseñó que la palabra “lyudyna”, que significa “humano”, es una palabra de género femenino; “esto es importante” me dijo, enfatizando en que las mujeres ucranianas son mujeres empoderadas, determinadas y a la vez sensibles y protectoras. Entre risas me dijo que su equipo la llamaba “mamá”. Fue esa sensibilidad la que la mantuvo firme al lado de ellos en Kiev.
Se quedan conmigo las reflexiones con las que terminamos nuestra entrevista, “me doy cuenta cuando hablo de esta guerra, que nuestra historia le ha dado esperanza a muchos pueblos para enfrentarse a un gigante“, me dice Victoria, “para enfrentarse al “bully” que es más grande y fuerte… pero si no lo enfrentamos por fuerte y grande que sea y no lo vencemos, esta será una tragedia no solo para Ucrania, será una tragedia para el mundo; no tenemos otra opción más que luchar y vencer”.
Y Victoria es una más de los más de 16.000 civiles que han resultado heridos en esta guerra absurda que me deja hoy sin una amiga a quien admiraba, pero deja al mundo, sin una guerrera incansable al servicio de la libertad.